¿Deseamos y buscamos agradarle a Dios, o hacer nuestra voluntad?
Nuestra naturaleza está tan inclinada a buscar la forma de satisfacer sus propios apetitos, que, en todo lo que hace, incluso en lo que es bueno y espiritual, busca cómo descansar y endulzarse
Además de ejercitar tu mente, debes aprender a controlar tu voluntad, de forma que no ceda fácilmente ante sus deseos, sino que, al contrario, puedas llevarla a que sea perfectamente una con la voluntad de Dios. Al mismo tiempo, recuerda que no es suficiente con desear y buscar siempre lo que es agradable a Dios, sino que debes anhelarlo como si Dios mismo te impulsara a ello, y no solamente con el propósito de agradarle a Él con el corazón puro. Para mantener este propósito es necesario luchar con fuerza contra nuestra naturaleza (...). Y es que nuestra naturaleza está tan inclinada a buscar la forma de satisfacer sus propios apetitos, que, en todo lo que hace, incluso en lo que es bueno y espiritual, busca cómo descansar y endulzarse, alimentándose de ello furtivamente, como si se tratara de algún manjar.
Por eso es que, cuando avistamos algún trabajo espiritual, lo deseamos y corremos hacia él, pero no como si fuera Dios quien nos motiva o deseando agradarle, sino que buscando el consuelo y la alegría que germina en nosotros cuando deseamos y buscamos lo que Dios quiere de nosotros. Este engaño se halla más oculto cuanto más elevado y más espiritual es eso que anhelamos. Por eso no debemos contentarnos con desear lo que Dios quiere, sino que debemos desearlo cómo, cuándo, por qué y para lo que Él lo desea. (...)
Deseamos y buscamos a Dios mismo, aunque en ese deseo y en esa búsqueda quepan algunos erroes y vacíos, que pueden mezclarse con ciertas ilusiones de nuestro amor propio, porque muchas veces buscamos más nuestro propio bien y provecho, que la voluntad de Dios, a Quien le agradan las cosas que hacemos sólo para glorificarle, y desea que lo amemos sólo a Él, que lo anhelemos sólo a Él y que trabajemos sólo para Él.
Cuando quieras emprender algo de acuerdo a la voluntad de Dios, o algo que es bueno en sí mismo, no inclines toda tu voluntad hacia ello y no lo desees, si antes no elevas tu mente hacia Dios, para ver si Su voluntad quiere que ejecutes eso que quieres hacer, si le es agradable. Y, cuando llegues a la conclusión de que la inclinación de tu voluntad está determinada por la misma voluntad de Dios, podrás desear y realizar eso que Él desea, y sólo para agradarlo y enaltecerlo. (...) Porque el engaño de nuestra naturaleza es muy sutil, por eso no muchos saben reconocerlo. Éste busca disimuladamente lo que le agrada, mientras que exteriormente nos muestra como si estuviéramos actuando con el único propósito de agradarle a Dios, cuando de hecho no es así.
(Traducido de: Războiul nevăzut, ediţia Sfântului Teofan Zăvorâtul, Editura Mănăstirii Sihăstria, 2013, p. 40-43)