Palabras de espiritualidad

¡Dichoso el que cree sin haber visto!

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Dios no recurre a los milagros para convencernos, sino en casos especiales; antes nos llama de una forma mística. Es decir, se hace una luz en nuestro corazón, sentimos un entedimiento, un llamado, y decimos: “¡Señor mío y Dios mío!”. Como le sucedió a Tomás cuando el Redentor se le mostró resucitado. No tocamos nada, sino que con el simple crecimiento de nuestro espíritu logramos ver a Dios, de una forma impalpable.

Dios no recurre a los milagros para convencernos, sino en casos especiales; antes nos llama de una forma mística. Es decir, se hace una luz en nuestro corazón, sentimos un entendimiento, un llamado, y decimos: “¡Señor mío y Dios mío!”. Como le sucedió a Tomás cuando el Redentor se le mostró resucitado. No tocamos nada, sino que con el simple crecimiento de nuestro espíritu logramos ver a Dios, de una forma impalpable. Y creo que también el Apóstol Tomás tuvo una forma de iluminación, porque no quiso tocar a Cristo. Él representa todo nuestro mundo práctico: no era escéptico, pero necesitaba de pruebas.

También nosotros, mientras más avanzamos en nuestra civilización, más valoramos las pruebas palpables. Solemos decir, “quiero saber si este litro de agua hervirá a 100 grados”, “quiero saber si este metal se funde a 500 grados”, “quiero saber si, sembrando esta planta aquí, aunque no reciba luz, crecerá...” Queremos comprobarlo todo. Hemos llegado a tal nivel de escepticismo, que para todo necesitamos pruebas racionales, concretas.

(Traducido de: Părintele Gheorghe Calciu, Cuvinte vii, ediţie îngrijită la Mănăstirea Diaconeşti, Editura Bonifaciu, 2009, pp. 62-63)



 

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