Dios busca siempre nuestro bien
Cristo observa desde lo alto cómo actúa cada uno de nosotros, y así es como decide qué debe hacer por nuestro bien. Sabe cómo y a dónde conducirnos. Lo único que tenemos que hacer es pedirle Su auxilio, manifestándole nuestros anhelos y dejando que Él disponga todo.
Padre, a veces, cuando empezamos a hacer algo, aparecen obstáculos por doquier. ¿Cómo saber si es Dios quien nos los envía?
—Examinémonos para ver cuánta culpa tenemos. Si no tenemos culpa alguna, el impedimento viene de Dios, eso sí, por nuestro propio bien. Por eso, que nadie se acongoje si no logró cumplir su cometido o si se demoró en terminarlo.
Un día, me dirigía a toda prisa desde el monasterio Stomiu a Konitsa, para resolver un asunto urgente. En un paraje algo complicado del camino —al que llamábamos Gólgota—, me encontré con un conocido nuestro, el anciano Anastasio, que venía con tres mulas cargando una gran cantidad de bolsas, bultos y paquetes. Debido a lo abrupto y trabajoso de dicha cuesta, los arneses que mantenían atados a los animales se habían torcido, y una de las mulas estaba a punto de caer al abismo. “¡Dios te mandó en mi auxilio, padre!”, exclamó el anciano Anastasio. Corrí a ayudarlo a descargar los animales, los amarramos bien nuevamente y después de ponerles otra vez la carga al lomo, les dimos la orden de ponernos en marcha. Una media hora más tarde, llegamos a un punto donde acababa de ocurrir un deslave, destruyendo un trecho de casi 300 metros de camino. La escena era realmente aterradora: árboles y rocas deslizándose cuesta abajo, hacia el río. Si no hubiéramos tenido ese inconveniente con las mulas, que nos llevó un tiempo resolver, seguramente el anciano Anastasio y yo habríamos sido víctima del deslizamiento de tierra. “Don Anastasio”, le dije, “¡usted me salvó a mí! ¡Dios lo envió a usted!”.
Cristo observa desde lo alto cómo actúa cada uno de nosotros, y así es como decide qué debe hacer por nuestro bien. Sabe cómo y a dónde conducirnos. Lo único que tenemos que hacer es pedirle Su auxilio, manifestándole nuestros anhelos y dejando que Él disponga todo.
(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Cuvinte duhovnicești, vol.2: Trezvie duhovnicească, traducere de Ieroschimonah Ștefan Nuțescu, Ed. a 2-a, Editura Evanghelismos, București, 2011, pp. 279-280)