Dios en el centro de la humanidad
Únicamente por medio de Dios nos podemos tolerar recíprocamente e intentar amarnos.
El factor común de los hombres solamente puede ser Dios: únicamente por medio de Él nos podemos tolerar recíprocamente e intentar amarnos. Sin este catalizador, nuestras reacciones serían siempre de rechazo e indiferencia. Laplace creía que se puede eliminar esta hipótesis, pero el mismo progreso científico obligó a Werner Heisenberg a pedir el auxilio de la filosofía, y el mundo ordinario se convenció de que necesitaba esta derivación para no convertirse en una jaula de animales o en una casa de locos.
Admitimos, sí, la pureza absoluta. Pero la virtud (que es la templanza, aunque implica un deseo pecaminoso) nos indispone.
Con todo, G. B. Shaw reconoce que la virtud, al ser fruto de la lucha, es superior. A Dostoyevski se debe una visión que parece definitiva y suficientemente explicativa: estuvimos en el paraíso, en el mundo de la inocencia; caímos, el pecado nos ensució. Por medio de la salvación, salimos de la miseria y nos encaminamos nuevamente a la inocencia; sin embargo, esta vez será una inocencia meritoria que conservará, horrorizada, el recuerdo del mal y será la afirmación consciente del bien, una experiencia, no un simple estado. Así se explica por qué el hombre será puesto en un lugar más alto que el de los ángeles.
(Traducido de: Nicolae Steinhardt, Jurnalul fericirii, Editura Mănăstirii Rohia, Rohia, 2005, p. 258)