“Dios es amor humilde y generoso” (Carta pastoral de Su Beatitud Daniel, Patriarca de Rumanía, 2021)
Con ocasión de las Santas Fiestas del Nacimiento de nuestro Señor, la llegada del Año Nuevo 2022 y el Bautismo del Señor, reciban nuestras bendiciones paternales, nuestros votos por la salud, la salvación, la paz y la felicidad de cada uno y cada una de ustedes, y un gran auxilio de Dios en cada acto de buena fe, junto con el saludo tradicional: “¡Por muchos años!”. “La gracia de Jesucristo, el Señor, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté con todos vosotros” (II Corintios 13, 13).
† DANIEL
Por la Gracia de Dios, Arzobispo de Bucarest, Metropolitano de Muntenia y Dobrogea, Lugarteniente del Trono de Cesárea de Capadocia y Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rumana.
Piadosísima comunidad monástica, muy venerable clero y cristianos ortodoxos de la Metropolía de Bucarest.
Gracia, paz y alegría de nuestro Señor Jesucristo, y de parte nuestra, paternales bendiciones.
“Dios es amor” (1 Juan 4, 16)
Piadosísimos y muy venerables Padres,
Amados fieles,
El misterio del amor humilde del Hijo de Dios, Quien se hizo amor por Su infinito amor al hombre, es el fundamento y el corazón de la fe cristiana. Este misterio grande y santo, el de la humanización del Hijo eterno de Dios o de la Encarnacón de nuestro Señor Jesucristo, es el propósito por el cual Dios creó el mundo.
Este misterio fue anunciado por los profetas de Dios, inspirados por el Espíritu Santo, y después fue visto, creído y confesado por los Discípulos y Apóstoles de nuestro Señor Jesucristo (cf. I Juan 1, 1-3), defendido y dogmatizado ante las herejías por los Padres de la Iglesia, razonado en teología, y predicado y cantado en la vida litúrgica de la Iglesia por todos los cristianos verdaderos, que son justos y amantes de Dios.
En el Nuevo Testamento, la Santa Escritura nos enseña que el Misterio de la Encarnación de Cristo evidencia el vínculo directo entre el Hijo de Dios y la creación, porque la encarnación del Hijo de Dios fue, desde el comienzo, la misma razón de ser de la creación del mundo (cf. Efesios 1, 4; 2 Timoteo 1, 9). “Todo fue creado por Él y para Él” (cf. Colosenses 1, 16). “Todo fue hecho por Él y sin Él nada se hizo. Cuanto ha sido hecho en Él es vida, y la vida es la luz de los hombres” (Juan 1, 3).
El cielo y la tierra son el don de Dios Padre para Su Hijo eterno (cf. Colosenses 1, 16) y para todos los hombres creados según la imagen de Dios (cf. Génesis 1, 26-27), porque el Hijo eterno de Dios, Jesucristo, se hará un hombre terrenal para concederles a los hombres la filiación por la Gracia y la vida eterna del Reino de los Cielos (cf. Juan 1, 9-14; 17, 2-3 y I Juan 1, 2-3).
Basándose en las enseñanzas de los Santos Padres de la Iglesia, el padre Dumitru Stăniloae dice que “fue por amor que Dios creó el mundo, para hacer partícipes a otros seres de Su amor intratrinitario” [1]. Ulteriormente, el mismo teólogo precisa: “Por el don del mundo (creado) Dios quiere darse a conocer en Su amor. Por eso, también el hombre debe alzarse, desde los dones recibidos, a Dios Mismo, Quien se los otorgó” [2].
Refiriéndose a la inmensa humildad de Cristo, San Basilio el Grande dice que el poder de Dios-Palabra al humillarse, haciéndose hombre, es más grande que el poder demostrado en la creación del cielo y la tierra, el mar y el aire, y todo lo que está más allá del mundo [3].
Haciéndose un hombre como nosotros, el Hijo eterno de Dios nos revela la verdad de que el amor todopoderoso de Dios es humilde y generoso, porque, tal como dice San Máximo el Confesor, Su encarnación “fue un descenso (kénosis) voluntario de Dios entre los hombres, por Su bondad. Pero este descenso no fue una caída de la Divinidad. Porque siguió siendo lo que era (Dios), aunque se hizo lo que no era (hombre). Porque era inmutable. Y conservó aquello en lo que devino, permaneciendo en lo que era. Porque era un amante de nosotros, los hombres” [4].
La Fiesta de la Natividad del Señor, o Navidad, ha sido siempre, para los grandes teólogos, una ocasión inmejorable para pensar espiritualmente en el gran misterio de la humildad del Hijo eterno de Dios, Quien se hizo hombre para darles a los hombres el perdón de los pecados y la vida eterna. En este sentido, veamos lo que dice el Beato Agustín sobre el Nacimiento de Cristo:
“Hijo de Dios, del Padre pero sin madre; hijo del Hombre, de madre pero no de padre; Él, grande ante los ángeles, pequeño ante los hombres; Palabra, Dios antes de todos los tiempos, hecho carne en el tiempo oportuno; Creador del sol, hecho bajo el sol; organizador del tiempo desde el seno del Padre, santificador del día de hoy desde el seno de la madre; en aquel permanece, de este sale; creador del cielo y la tierra, nacido bajo el cielo en la tierra; inefablemente sabio y niño en sabiduría; llena el mundo y yace en un pesebre; gobierna los astros y se amamanta del pecho materno; tan grande en la forma de Dios como diminuto en la forma de siervo, de modo que ni aquella magnitud disminuye por esta humildad, ni esta humildad se ve oprimida por aquella magnitud. […] Él no se encerró bajo el atavío de un pequeño cuerpo recibido del seno de una Virgen, sino que siguió participando a los ángeles Su sabiduría como alimento, para permitirnos gustar cuán bueno es el Señor” [5].
El amor humilde y generoso del Hijo eterno del Dios hecho hombre, demostrado permanentemente desde Su nacimiento en un humilde pesebre en Belén y hasta Su muerte en la cruz e inhumación en el sepulcro, anima a cada hombre a ser mucho más humilde.
El Santo Apóstol Pablo, en su Carta a los Filipenses, habla así de la kénosis o humildad de Jesucristo, para exhortar a los cristianos de Filipos a una vida humilde y piadosa: “No hagáis cosa alguna por espíritu de rivalidad o de vanagloria; sed humildes y tened a los demás por superiores a vosotros, preocupándoos no sólo de vuestras cosas, sino también de las cosas de los demás. Procurad tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús, Quien (…) se humilló a Sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz” (Filipenses 2, 3-5, 8).
En el mismo sentido, San Juan Crisóstomo nos habla de cómo la humildad enaltece al hombre y no lo degrada: “Entones serás más grande que los demás, más refulgente y más luminoso: cuando te degrades a ti mismo, cuando dejes de buscar ser el primero en todo, cuando aprendas a soportar voluntariamente las humillaciones, el sacrificio y la adversidad, cuando te esmeres en servir a los demás, preparado para sufrir lo que sea por su bien” [6].
Comenzando con el 20 de diciembre, cuando celebramos la Antefiesta del Nacimiento del Señor, y hasta el 31 de diciembre, día del cierre de esta festividad, los cánticos litúrgicos de la Iglesia Ortodoxa nos instan a admirar con la mente y gozarnos con el corazón por el misterio del amor misericordioso de Dios para con nosotros, demostrado en el Nacimiento de Cristo de la Santa Virgen María, en el pesebre de Belén.
He aquí lo que dice un cántico de la Menaia, para el día 25 de diciembre: “Viendo Jesús a aquel (que fue creado) a Su imagen y semejanza envilecido por haber infringido el mandamiento, partiendo del Cielo descendió y se alojó en el casto vientre de la Virgen, para restaurar a Adán el caído (…)” [7]. De igual manera, en otro cántico de la Menaia se nos dice que el Misterio del humilde Nacimiento de Cristo, Rey de la gloria eterna, causa admiración entre los ángeles y temor entre los hombres: “Palabra del Padre, con el cual eres conjuntamente eterno, naciendo de la que no fue tentada por varón, aposentado como hombre en un establo, tuviste un pesebre como trono; y estremeciste, con Tu inefable providencia, a magos y pastores, llenando de admiración a los mismos ángeles, quienes exclamaron: ‘¡Gloria a Ti!’” [8].
También nuestros villancicos rumanos evidencian, al mismo tiempo, la humildad y la gloria del Niño Jesús, el Dios-Infante: “Pobre, en un cobertizo, al lado de los bueyes, un niñito durmiendo sobre paja, / Así fue como los tres magos encontraron al Dios de la Gloria. / Pero ellos reconocieron que Él era el Soberano, / el Bueno, Grande y Santo, Aquel que el mundo creó”.
Luego, la Encarnación del Hijo eterno de Dios nos revela el amor humilde y generoso de Dios Padre para con el mundo, como dice el Evangelio de San Juan: “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a Su Hijo Único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Juan 3, 16). Toda la vida de nuestro Señor Jesucristo en este mundo fue una entrega total por la salvación de los hombres. Por este motivo, la Fiesta de la Natividad de nuestro Señor Jesucristo es, ante todo, la fiesta de los dones ofrecidos tanto a los niños como a los hombres pobres o enfermos, a los ancianos, a los que están tristes y solos. No obstante, la generosidad o caridad cristiana no debe ser demostrada solamente en estas fiestas, sino todo el tiempo.
Con esta finalidad, la Iglesia ha creado distintas instituciones filantrópicas o de ayuda al prójimo, justamente para demostrar una generosidad permanente hacia aquellos que tienen alguna necesidad (comedores para personas sin recursos, albergues para niños huérfanos, casas para ancianos, centros médicos y hospitales para los enfermos, etc.). Es importante subrayar que todas las instituciones de asistencia social de los estados europeos de hoy en día tienen su origen en las actividades de la caridad cristiana, retomadas posteriormente por el Estado moderno e incluso por la sociedad secular contemporánea.
En los momentos actuales de crisis sanitaria y económica, la ayuda al prójimo necesitado tiene una importancia vital. En consecuencia, seamos altruistas y generosos, porque, como nos enseña la Santa Escritura, “el que hace caridad al pobre, le presta al Señor” (Proverbios 19, 17). San Juan Crisóstomo explica estas palabras, así: “El que se apiada del necesitado no solamente rompe el inventario de sus pecados, sino que también recibe un acta de testimonio en la que dice: ‘el que es misericordioso con el pobre, le presta a Dios’. Luego, prestémosle a Dios con nuestra caridad, para que podamos recibir de Él la recompensa por nuestro amor al prójimo” [9].
En otra parte, el mismo San Juan nos exhorta a la bondad, diciendo: “¡Da el pan que puedas dar! ¿No tienes pan? ¡Da una moneda! ¿No tienes una moneda? ¡Da un vaso de agua fresca! ¿No tienes ni siquiera eso? Acércate al afligido y llora con él, y serás recompensado” [10]. Dicho de otra manera, por lo menos tenemos que ofrecerle al necesitado nuestra compasión y nuestra solidaridad.
Queridos cristianos,
Como en los años precedentes, en el paso de un año a otro, es decir, en la noche del 31 de diciembre de 2021 al 1 de enero de 2022, al igual que en el día de Año Nuevo, elevemos nuestras oraciones de grattud a Dios por todas las bondades recibidas de Él durante este año 2021, y pidámosle Su auxilio para todo lo que emprendamos de buena fe en el Año Nuevo 2022, que estamos por empezar. Acordémonos en nuestras plegarias de todos nuestros compatriotas en el exterior, de los que viven cerca de las fronteras de nuestro país y de los que se hallan en cualquier otra parte del mundo, para guardar, con un fuerte amor fraternal, la unidad en la fe y también la unidad nacional.
Agradezcámosle a Dios por el don de la vida y también por el don de la salud, que deben ser cuidados y cultivados con mucho cuidado, humildad y buen juicio, para el bien de cada uno de nosotros, de nuestras familias y de la sociedad en la que vivimos. Seamos amorosos y solidarios con los enfermos, apreciando también a los médicos que cuidan de ellos para que recobren la salud.
La pandemia actual trajo a nuestro país y al mundo entero mucho sufrimiento, enfermedad, depresión y muerte. Oremos a Dios para que cese pronto este problema, para que podamos vivir y trabajar con libertad y normalidad. Confiemos plenamente en la fuerza de la oración y demostremos nuestra responsabilidad en lo que respecta a nuestra propia salud y la de nuestros semejantes, sabiendo que “Dios ordena todas las cosas para bien de los que le aman” (Romanos 8, 28).
Con ocasión de las Santas Fiestas del Nacimiento de nuestro Señor, la llegada del Año Nuevo 2022 y el Bautismo del Señor, reciban nuestras bendiciones paternales, nuestros votos por la salud, la salvación, la paz y la felicidad de cada uno y cada una de ustedes, y un gran auxilio de Dios en cada acto de buena fe, junto con el saludo tradicional: “¡Por muchos años!”.
“La gracia de Jesucristo, el Señor, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté con todos vosotros” (II Corintios 13, 13).
Orando por ustedes ante nuestro Señor Jesucristo,
† Daniel
Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rumana
Notas:
[1] P. Dumitru Stăniloae, Teologia Dogmatică Ortodoxă ⁅Teología dogmática ortodoxa⁆, tomul 1, ediţia a 5-a, în colecţia OPERE COMPLETE, Ed. BASILICA, Bucarest, 2018, p. 352.
[2] P. Dumitru Stăniloae, Teologia Dogmatică Ortodoxă ⁅Teología dogmática ortodoxa⁆, tomul 1, ediţia a 5-a, în colecţia OPERE COMPLETE, Ed. BASILICA, Bucarest, 2018, p. 357.
[3] San Basilio el Grande, Omilii la Psalmi ⁅Homilías sobre los Salmos⁆, „Omilia la Psalmul 44, 5”, în PSB 17 (colecţia PĂRINŢI ŞI SCRIITORI BISERICEŞTI), traducere, introducere, note şi indici de Pr. Dumitru Fecioru, Ed. Institutului Biblic şi de Misiune al Bisericii Ortodoxe Române, Bucarest, 1986, p. 290.
[4] San Máximo el Confesor, Scrieri şi epistole hristologice şi duhovniceşti ⁅Textos y epístolas cristológicas y espirituales⁆, Partea întâi, „Epistola 19”, în PSB 81, traducere din greceşte, introducere şi note de Pr. Prof. Dumitru Stăniloae, Ed. Institutului Biblic şi de Misiune al Bisericii Ortodoxe Române, pp. 153-154.
[5] Beato Agustín de Hipona, Sermo ⁅Sermones⁆, 187, 1; trad. G. Humeau, Les plus beaux sermons de S. Augustin, t. 3, Paris, 1934, pp. 51-52; citat în art. „Noel”, în: Dictionnaire de spiritualité, t. XI, Ed. Beauchesne, Paris, 1982, col. 387.
[6] San Juan Crisóstomo, „Cuvânt la Duminica vameşului şi fariseului” ⁅Homilía del Domingo del publicano y el fariseo⁆, în Omilii la Postul Mare, versiune românească îmbunătăţită, pornind de la ediţia tradusă şi îngrijită de Episcopul Roman Melchisedec (1893), în colecţia COMORILE PUSTIEI, vol. 19, Ed. Anastasia, Bucarest, 1997, p.10.
[7] Mineiul pe Decembrie, Ziua a douăzeci şi cincea ⁅Mineia del mes de diciembre, día XXV⁆, la Litie, stihirile, glasul 1, alcătuire a lui Ioan Monahul, Ed. Institutului Biblic şi de Misiune Ortodoxă, Bucarest, 2019, pp. 513-514.
[8] Mineiul pe Decembrie, Ziua a douăzeci şi patra, ⁅Mineia del mes de diciembre, día XXIV⁆ la Pavecerniță, Cântarea a 5-a, Ed. Institutului Biblic şi de Misiune Ortodoxă, Bucarest, 2019, p. 466.
[9]Mărgăritarele Sfântului Ioan Gură de Aur ⁅Perlas de San Juan Crisóstomo⁆, traducere de Diac. Gheorghe Băbuţ, Ed. Pelerinul Român, Oradea, 1994, p. 35. A se vedea şi Sf. Ioan Gură de Aur, Omiliile despre pocăinţă, „Omilia a şaptea”, traducere din limba greacă de Pr. Prof. Dumitru Fecioru, Ed. Institutului Biblic şi de Misiune al Bisericii Ortodoxe Române, Bucarest, 1998, p. 146.
[10] San Juan Crisóstomo, Omiliile despre pocăinţă ⁅Homilías sobre el arrepentimiento⁆, „Omilia a treia”, traducere din limba greacă de Pr. Prof. Dumitru Fecioru, Ed. Institutului Biblic şi de Misiune al Bisericii Ortodoxe Române, Bucarest, 1998, p. 51.