Dios está aquí y en todo lugar
Cuando oramos, Dios se presenta delante de cada uno, escucha sus palabras, acepta su devoción y contempla su llanto contrito.
Cuando ores, intenta entender Su grandeza y también amarlo y honrarlo, porque Él es Dios, el que es completamente perfecto, más bello que todos los hijos de los hombres, bondadoso, clemente, soberano y justo, un Padre amoroso, generoso, salvador y muy indulgente. Y cuando entiendas todas estas cualidades Suyas, sabrás con cuánta devoción debes adorar y honrar a un Señor como Él, es decir, glorificarlo como a un Dios excelso, alabarlo en toda Su bondad y belleza, amarlo por Su justicia e imponencia, y someterte a Él como al rey de todo el mundo. Por eso, agradécele porque es benévolo y exáltalo porque es Dios. Debes ofrendarte a Él porque es el Creador y Hacedor de todo lo que existe, presentándole también todo lo que tienes, porque son dones Suyos; debes pedirle, además, en tu oración, Su auxilio, porque es tu salvador y protector.
Todo esto y aún más debe presentar la criatura ante su Creador. Porque, tal como Él es todo, del mismo modo espera ser honrado por todos, lo cual ya se hace en todas las cosas que obramos para gloria Suya, pero especialmente con la oración que nos da los frutos de estas virtudes: fe, esperanza, amor, humildad, etc. Pero, para no creer que Dios está lejos de ti, debes entender que Él, siendo el Creador de todo lo que existe, está ante nosotros en todo lugar, especialmente cuando oramos, porque en esos momentos se presenta delante de cada uno, escucha sus palabras, acepta su devoción y contempla su llanto contrito.
Luego, viéndolo con los ojos de la mente, tienes que esforzarte en mantener el fervor de tu corazón, entendiendo Su grandeza y tu indignidad, como decía el justo Abraham: “Clamaré una y otra vez a mi Señor. Pero yo no soy sino arcilla y polvo”.
(Traducido de: Agapie Criteanu, Mântuirea păcătoșilor, Editura Egumenița, 2009, p. 361)