Cuando los sabios, los justos y los mansos ven un pecador arrepintiéndose, se alegran de sobremanera. Pero mucho más se alegran los ángeles en los cielos. .

Así pues, que nadie demore su arrepentimiento, sino corramos pronto a él, para que, luego de confesar nuestros pecados, mantengamos la confianza de que Dios nos los va a perdonar, borrándolos completamente.

Sólo debemos estar atentos a no volver a pecar en el futuro. Pero si, por ser humanos, volvemos a pecar, arrepintámonos inmediatamente y corramos a confesarnos.

Si llegamos a caer en el camino, ¿nos quedaremos yaciendo en el suelo? ¿No nos levantaremos? Así, si caemos en pecado, no nos quedemos allí, sino levantémonos y Dios nos ayudará. Nos tenderá la mano y nos dirá, "¡Arriba!"

(Traducido de: Ne vorbește părintele Filothei Zervakos, Editura Egumenița, 2007, p. 217)