Dios recibe solamente las oraciones que nos son de provecho
Él aparta las peticiones inútiles; pero las que son provechosas, realizadas en Espíritu y en verdad, útiles también para los demás, esas sí que le agradan y las arregla, cual flores, junto al Altar que está frente a Su trono de señorío.
Nos parecemos, al orar, a un niño pequeño, quien —corriendo por el jardín— recoge flores mezcladas con maleza, para llevárselas a su padre. Viene entonces su mamá al encuentro, toma aquel ramillete, extrae toda la maleza y la arroja a la basura, mientras arregla las flores lo mejor posible. Cuando el arreglo floral está listo, se lo entregan al padre. Lo mismo hace nuestro Señor Jesucristo con algunas de las oraciones que elevamos al Padre Celestial, en Su nombre. Él aparta las peticiones inútiles; pero las que son provechosas, realizadas en Espíritu y en verdad, útiles también para los demás, esas sí que le agradan y las arregla, cual flores, junto al Altar que está frente a Su trono de señorío.
(Traducido de: Protosinghel Nicodim Măndiță, Învățături despre rugăciune, Editura Agapis, București, 2008, p. 29)