Dos caminos con un propósito
El matrimonio y la familia no son un obstáculo para la salvación, porque son cosas que dispuso el Mismo Creador del universo.
Ya desde los inicios del cristianismo, la virginidad fue altamente valorada y apreciada, convirtiéndose, con el paso del tiempo, en una nueva forma de vida en la Iglesia para los cristianos que deseaban dedicarse enteramente a Cristo. Como modelos tenían, en primer lugar, a nuestro Señor Jesucristo, a la Santísima Virgen María y a algunos de los Santos Apóstoles. Un importante fundamento a favor de la virginidad lo constituye, definitivamente, la postura del Santo Apóstol Pablo en este aspecto. Las cartas paulinas incluyen importantísimos textos sobre el matrimonio.
Siendo él mismo célibe, el Apóstol expresa así su preferencia por la virginidad, o, en el caso de las viudas, porque permanezcan en ese estado de viudez: “Acerca de la virginidad no tengo precepto del Señor. Doy, no obstante, un consejo, como quien, por la misericordia de Dios, es digno de credito. Por tanto, pienso que es cosa buena, a causa de la necesidad presente, quedarse el hombre así. ¿Estás unido a una mujer? No busques la separación. ¿No estás unido a mujer? No la busques. Mas, si te casas, no pecas. Y, si la joven se casa, no peca. Pero todos ellos trendrán su tribulación en la carne, que yo quisiera evitaros. Os digo, pues, hermanos: El tiempo es corto. Por tanto, los que tienen mujer, vivan como si no la tuviesen. Los que lloran, como si no llorasen. Los que están alegres, como si no lo estuviesen. Los que compran, como si no poseyesen. Los que disfrutan del mundo, como si no disfrutasen. Porque la apariencia de este mundo pasa. Yo os quisiera libres de preocupaciones. El no casado se preocupa de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor. El casado se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer; está por tanto dividido. La mujer no casada, lo mismo que la doncella, se preocupa de las cosas del Señor, de ser santa en el cuerpo y en el espíritu. Mas la casada se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su marido” (I Corintios 7, 25-35).
A pesar de que es preferible conservar la virginidad, en las enseñanzas de los Santos Padres también encontramos que el matrimonio tiene su lugar y su propósito bien definidos, por lo cual no debe ser despreciado. El matrimonio y la familia no son un obstáculo en el camino de la salvación, porque son cosas que dispuso el Mismo Creador del universo. El matrimonio no sólo no nos impide vivir de acuerdo a los mandamientos de Dios, si queremos mantener una mente lúcida, sino que también ofrece a nuestra vida una gran alegría.
(Traducido de: Pr. Dr. Constantin Mihoc, Taina căsătoriei şi familia creştină, Editura Teofania, 2002, pp. 56-57, 63-65)