Palabras de espiritualidad

Dos santos médicos me impartieron la Comunión y me ayudaron a sanar

    • Foto: Valentina Birgaoanu

      Foto: Valentina Birgaoanu

“Después de bendecirnos, salieron del salón, y aquella luz se extinguió en el acto. Me incorporé y sentí algo extraño… Me saqué de la boca el trocito del Santo Cuerpo del Señor que me dieron con la Comunión, y mi mano quedó toda roja. Entonces entendí que se trataba de algo real, de algo que verdaderamente existe…”

Relato de Estiliano:

«El 27 de septiembre de 2001 sufrí una grave conmoción cerebral, causada por una trombosis. Toda la parte izquierda de mi cuerpo quedó paralizada. No podía ni hablar bien. Estuve diez días hospitalizado, y después me externaron. A finales de diciembre pude erguirme un poco y empezar a caminar con la ayuda de un bastón. El 2 de enero de 2002, mientras me hallaba bajo tratamiento, sufrí una segunda conmoción cerebral y, al mismo tiempo, una embolia pulmonar. Nuevamente la parte izquierda de mi cuerpo quedó paralizada. Los médicos me dijeron que ya no podían hacer nada más. Con dicha terapia, normalmente no tendría que haber sufrido esa segunda conmoción y sus consecuencias. Así, otra vez tuve que ser internado en el hospital AHEPA de Tesalónica.

En la madrugada del 9 al 10 de enero, más o menos a las 3 de la mañana, justo cuando empezaba a quedarme dormido, algo me despertó súbitamente: era una luz muy fuerte que alumbraba todo el salón. Como pude, me volteé hacia la puerta y, en vez de ver entrar alguna enfermera, lo que vi fue a dos hombres vestidos con sendos atuendos azules, con un gesto de tanta serenidad en el rostro, que inmediatamente sentí una profunda paz en mi interior. Cuando se acercaron a mí, les pregunté quiénes eran, y ellos, con voz suave, me dijeron:

—Estiliano, somos Cosme y Damián… Somos médicos.

Uno de ellos sostenía con la mano un pequeño cáliz. El otro, una jarra de vidrio con una cruz dentro y tres ramitas de albahaca. Se me acercaron, me rociaron con agua bendita, y después hicieron lo mismo con el otro paciente del salón, Anastasio (de Kozani), quien dormía profundamente. Después volvieron a donde estaba yo, y me dijeron que me iban a impartir la Santa Comunión. Yo les respondí, lleno de pesar, que un día antes había comido carne. Pero ellos me tranquilizaron, diciendo:

—No te aflijas, ya lo sabíamos. Escucha: desde hoy impartirás a los demás esto que nosotros estamos por darte.

Y me impartieron la Santa Comunión. Después, fueron a donde estaba Anastasio, quien, habiéndose despertado, contemplaba sobrecogido la escena, y también a él lo hicieron comulgar.  Después de bendecirnos, salieron del salón, y aquella luz se extinguió en el acto. Me incorporé y sentí algo extraño. Incluso antes de ponerme a pensar en lo que estaba ocurriendo, sentí plenamente su bendición. Me saqué de la boca el trocito del Santo Cuerpo del Señor que me dieron con la Comunión, y mi mano quedó toda roja. Entonces entendí que se trataba de algo real, de algo que verdaderamente existe. Estremecido, consumí aquel trocito de la Santa Eucaristía. Cerré los ojos y, agradeciéndole a Dios por todas Sus bendiciones, esperé a que me llegara la muerte. Pero ocurrió justo lo contrario. Aunque estaba muy débil y, según la ley 2643, yo era una persona que necesitaba de asistencia especial, desde aquel día todo empezó a mejorar. Mi recuperación se fue materializando a pasos agigantados, ante el asombro de los médicos. Pocos meses después, hallándome de visita en el Santo Monte Athos, pude contarle todo a un stárets, quien me respondió:

—Estiliano, ¿qué fue lo que te llevaron los santos aquella noche? Era Cristo Mismo, Su Cuerpo y Su Sangre, en la Santa Comunión. ¿Quién imparte la Santa Eucaristía a los fieles? El sacerdote, Estiliano. Hijo mío, ha llegado el tiempo de morir, pero no físicamente, sino que ahora debe morir el viejo Estiliano. Ha llegado el momento de que te hagas sacerdote.

Así, el 14 de diciembrie de 2003, aun sin habérmelo imaginado jamás en mi vida, fui ordenado diácono por el recordado Metropolitano Antonio de Sisaniu y Siatista, y el 23 de mayo de 2004 fui ordenado sacerdote, a la edad de cuarenta y un años».

Fuente: marturieathonita.ro/l-au-impartasit-sfintii-doctori-fara-de-arginti