Palabras de espiritualidad

Educando a los hijos con severidad, sin perder su amor

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

No castiguen a sus hijos más que por eso que merezca ser sancionado ante Dios, por lo que constituya pecado. Y no dejen de reprenderlos cuando transgredan, voluntaria y libremente, algún mandamiento de Dios.

Qué error tan grande cometen los padres cuando, inmediatamente después de haber amonestado a su hijo, corren a mimarlo, dándole a entender que se arrepienten por haberlo castigado. Al contrario, el niño que ha sido castigado podrá recibir la atención de sus padres, tan sólo cuando haya demostrado que se arrepiente por lo que ha hecho y que desea corregirse. Luego, padres cristianos, utilicen con discernimiento la potestad de castigar a sus hijos…

No castiguen a sus hijos más que por eso que merezca ser sancionado ante Dios, por lo que constituya pecado. Y no dejen de reprenderlos cuando transgredan, voluntaria y libremente, algún mandamiento de Dios. Eso sí, que sea el amor quien los conduzca al reprender a sus hijos: nunca olvden que el único propósito del castigo es que ellos se corrijan. Que no les asuste educar a sus hijos con severidad, creyendo que dejarán de amarles. No, porque la misma experiencia demuestra lo contrario: sus hijos les agradecerán por haber sabido refrenarlos y porque la buena educación recibida de ustedes será la base de su bienestar terrenal y eterno, de su misma salvación.

(Traducido de: Sfântul Vladimir, Mitropolitul Kievului, Despre educaţie, Editura Sophia, Bucureşti, 2006, pp. 187-188)