Palabras de espiritualidad

El agradecimiento a Dios por los hijos que tenemos

  • Foto: Benedict Both

    Foto: Benedict Both

Los hijos son un don de Dios. Ellos le pertenecen, en primer lugar, a Él, y luego a los padres.

Hablemos un poco de nuestros hijos. ¿Quiénes son ellos? ¿Nuestra continuación? ¿Nuestra propiedad? O, aún peor, ¿el material para la realización de esos proyectos o ambiciones que no pudimos conseguir en nuestra vida? Los hijos son un don de Dios. Ellos le pertenecen, en primer lugar, a Él, y luego a los padres. Dios nos los da temporalmente, para luego preguntarnos por ellos. Cuando entendamos esto, no nos haremos más ilusiones ni nos entristecerá pensar que les hemos dado la vida y nuestras propias fuerzas, sin recibir nada a cambio.

En la mayoría de casos, los padres aman a sus hijos mucho más de lo que estos les aman a ellos. La expectativa paterna de amor por parte de sus hijos es una auténtica forma de egoísmo. Empecemos con el hecho de que un padre común y una madre normal quieren a sus hijos por lo que son, sin pensar si en algún momento recibirán el agradecimiento de sus retoños. Los motivos por los que las personas traen hijos al mundo son: 1) por amor a los niños; 2) para tener un auxilio al llegar la vejez; 3) simplemente tener hijos como toda la gente. Nadie se pone a pensar en hacerle un favor a las generaciones siguientes o en mejorar la situación demográfica del país. En otras palabras, nuestros hijos no nos piden que los engendremos, sino que nosotros lo hacemos para nosotros mismos. Quienes aman a los niños saben que estos nos pueden ofrecer mucha más alegría y felicidad, que nosotros a ellos. Es una cruz muy pesada no tener hijos. Por eso, debemos agradecerle a Dios por los hijos que tenemos.

(Traducido de: Pr. Pavel Gumerov, Familia – mica biserică, Editura Sophia, București, 2017, pp. 107-108)