El alma del niño en el seno materno
La existencia, en el vientre de la madre, de un hálito de vida, desde el momento de la concepción, gracias a la intervención creadora de Dios, es para el pensamiento ortodoxo una verdad absoluta.
El calendario de la Iglesia Ortodoxia señala cuatro festividades que celebran no sólo el nacimiento, sino también la concepción de algunos santos. De esas fiestas, la más importante es la de la Anunciación. De hecho, la Anunciación es precisamente la celebración de la concepción de nuestro Señor en el vientre de la Virgen María. Para entrar en la historia, el Mismo Hijo de Dios se somete a la ley natural, encarnándose en el casto seno de María, nueve meses antes de Su Natividad. Así pues, cualquier bebé, aún de tan sólo un día de vida, una vez concebido en el vientre de su madre, tiene un alma, o, como dice la Escritura, el “espíritu de vida”. Porque, lo que ocurrió en el Paraíso, específicamente en el sexto día de la Creación, cuando Dios hizo al hombre, ocurre también en el cuerpo de la madre. El mismo paseo de nuestro Señor Dios, en el atardecer del Jardín del Edén, puede ofrecernos una imagen clara para mostrarnos, de forma mística, el modo en que toma vida el alma del niño en el seno materno.
La existencia, en el vientre de la madre, de un hálito de vida, desde el momento de la concepción, gracias a la intervención creadora de Dios, es para el pensamiento ortodoxo una verdad absoluta. Por eso, cualquier atentado contra el feto (huevo fecundado, mórula, cigoto, embrión, etc), una vez concebido, es un atentado contra un hombre entero, conformado por un cuerpo y un alma.
(Traducido de: Pr. Prof. Ilie Moldovan, Darul sfânt al vieții și combaterea păcatelor împotriva acestuia, Ed. Institutului Biblic și de Misiune al Bisericii Ortodoxe Române, București, 1997, p. 17)