Palabras de espiritualidad

El alma es la vida del hombre

  • Foto: Adrian Sarbu

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La mejor forma de entender el valor del alma es comparándola con la misma vida del hombre, porque los bienes del mundo, sin vida, no tienen ningún valor.

Para redimirnos, el Señor ofreció, voluntariamente, Su honra y honor, siendo puesto al lado de malhechores, escupido, golpeado, y llevado de un lado a otro para ser juzgado. Él permitió que Su Cuerpo fuera atormentado, herido, atravesado… Nos dio hasta Su última gota de sangre. ¡Tal fue el precio de la salvación de nuestra alma, una redención pagada por Dios Mismo! ¡Este es, entonces, el valor de un alma!

La mejor forma de entender el valor del alma es comparándola con la misma vida del hombre, porque los bienes del mundo, sin vida, no tienen ningún valor. Por eso, el Santo Evangelio suele llamar “vida” al alma: “el que quiera salvar su alma la perderá, pero el que pierda su alma por Mí y por el Evangelio la salvará” (Marcos 8, 35). Podemos preguntarnos: ¿por qué la Santa Escritura llama “alma” al hombre en repetidas ocasiones? La respuesta es: por el inmenso valor que tiene el alma frente al cuerpo. Pero es que el alma no se llama hombre sin cuerpo, ni el cuerpo se llama hombre sin alma. El Señor, con el precio de Su propia vida, nos redimió del sometimiento del demonio, en el cual había caído la humanidad. Cristo descendió entre nosotros, dejando el Cielo, naciendo en un humilde pesebre (como ninguno de nosotros) y viviendo en una inmensa pobreza, de tal modo que pudo decir: “Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos; pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza” (Mateo 8, 20). ¡Y cuánto le tememos nosotros a la pobreza!

(Traducido de: Arhimandritul Serafim ManCrâmpeie de propovăduire din amvonul Rohiei, Editura Episcopiei Ortodoxe Române a Maramureșului și Sătmarului, 1996, p. 22)