El alma que se desprende del egoísmo
Dios obra en el alma que, en lugar de egoísmo, se llena de los dones del Espíritu Santo. Con un alma así, Dios construye, derribando y quemando las fuerzas enemigas, así como un electricista utiliza su aparato de soldar.
Un alma sin maldad, simple, humilde, dócil, que se desprende del egoísmo y de todas sus pasiones, es como una herramienta en las manos del obrero. Dios obra en el alma que, en lugar de egoísmo, se llena de los dones del Espíritu Santo. Con un alma así, Dios construye, derribando y quemando las fuerzas enemigas, así como un electricista utiliza su aparato de soldar. Y precisamente por ser eso, una herramienta y una vasija elegida por Dios, el alma alcanza a decir de sí misma: “Por la gracia de Dios soy lo que soy”, “yo ya no vivo, sino Cristo vive en mí”. San Serafín de Sarov nos enseña que el verdadero sentido de nuestra vida no es otro que llenarnos del Espíritu Santo.
Si luchando con nosotros mismos adquirimos el Espíritu Santo, entonces ni la tormenta, ni la lluvia, ni los vientos, ni las personas, ni los demonios podrán dañarnos. Al contrario, un alma así, llena de la energía divina, detiene la tormenta y los vientos, para que se haga la calma; o separa en dos el Mar Rojo; o conseguirá hacer brotar agua de una roca; o resucitará muertos y, lo más importante, resucitará miles de almas, sacándolas de sus tumbas de vicio y pecado. El metal encendido, aplicado en la mordida de una serpiente, salva al hombre de los tormentos de la muerte; de igual manera, lo que quema el veneno del antiguo enemigo no es el hierro de nuestra voluntad personal, sino el fuego celestial del que el hierro debe estar lleno.
(Traducido de: Arhimandrit Paulin Lecca, Adevăr și Pace, Tratat teologic, Editura Bizantină, București, 2003, p. 52)