Palabras de espiritualidad

El amor al enemigo activa las inimaginables potencialidades del alma

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Sin entrar en comunión con Dios y sin la intervención divina, el amor al enemigo es, en verdad, imposible. Y si no fuera imposible, no sería prodigioso.

Amar a tu enemigo parece, en lo práctico, imposible. Entonces, es lógico preguntarse por qué Jesús espera, del hombre, algo que es incapaz de realizar con sus simples posibilidades humanas. En primer lugar, el cristiano tiene como modelo en todo a Jesús, Quien le da la fuerza de hacer lo que desee. En segundo lugar, lo que para el hombre es imposible, para Dios es posible. Pero no se puede alcanzar el amor a nuestros enemigos de una sola vez. En primera instancia, el empezar a seguir el camino del bien puede ser un curso racional. Pero la autenticación de la experiencia se hace gradualmente con la formación del alma, con la perseverancia y la paciencia, forzando y enseñándole a la mente a someterse a los mandamientos de Dios, y a través del arrepentimiento auténtico. En el mandamiento se nos expresa el modo en el que podemos realizar el amor a los enemigos; además, se nos explican y se nos exponen los medios por los cuales esto puede alcanzar: “¿Ves que el Señor nos alza, poco a poco, a las alturas celestiales?”, dice San Juan Crisóstomo, considerando el contenido del mandamiento de Jesús: bendecir a quien te ofende, hacerle el bien y orar por él. La consecuencia de esto es la transformación del corazón, que es el lugar en en donde habita el amor. Haciéndole el bien a tu enemigo, encuentras la ocasión para hacerte de un derecho ante Dios y que tus pecados sean borrados.

Este amor —paradójico— por los enemigos, precisamente por el hecho de que es imposible en el marco de la razón humana, parece ser el único capaz de activar las inimaginables posibilidades del alma, que están de forma latente y que se vuelven activas solamente en un terreno purificado por la Gracia de Dios. Sin entrar en comunión con Dios y sin la intervención divina, el amor al enemigo es, en verdad, imposible. Y si no fuera imposible, no sería prodigioso.

En ningún otro sitio son más evidentes las característicias del amor “ágape”, que en su práctica para con los enemigos. La cima de este amor es el resultado de los esfuerzos permanentes de avanzar hacia Dios, fruto del estado de deificación alcanzado por la comunión con Dios, por medio de la lucha tenaz contra los arranques del odio, la ira y la venganza: “¡No os digo que muráis por vuestros enemigos, aunque deberíais hacerlo; pero, ya que sois débiles, de momento os digo solamente esto: al menos no os enemistéis con vuestros amigos ni sintáis envida por quienes os hacen el bien. No os estoy diciendo que hagáis el bien a quienes os hacen el mal, aunque esperaría que lo hiciérais. Pero, debido a que estáis fuertemente atados a las cosas de este mundo, solamente esto os digo: ¡nunca busquéis la venganza!”.

(Traducido de: Rodica Pop, Sensul Căsătoriei la Platon și la Sfinții Părinți, Editura Doxologia, Iași, 2013, pp. 130-131)