El amor al prójimo se extiende más allá de esta vida
Esto es lo que Él desea y anhela: que nos hagamos bien unos a otros, tanto en esta vida como después de la muerte.
Aún es tiempo para esmerarnos, para esforzarnos, para cambiar, para trajinar y luchar. Y bienaventurado será quien no haya perdido su esperanza hasta el final. Pero más bienaventurado será aquel que haya luchado tanto por sí mismo como por su prójimo, porque esta obra —que alguien acuda en ayuda de su hermano— es lo que más agrada a nuestro clementísimo Dios. Esto es lo que Él desea y anhela: que nos hagamos bien unos a otros, tanto en esta vida como después de la muerte.
Si Él no hubiese aceptado tal cosa, no nos habría permitido conmemorar a nuestros difuntos en la Divina Liturgia, ni ofrecer por ellos los responsos a los tres días, a los nueve días, a los cuarenta días y al año, tal como la Iglesia los acepta sin objeción alguna y el pueblo fiel los conserva sin vacilación.
Es decir, si estas prácticas fueran algo vano e inútil, de cualquier modo se le habría revelado a alguno de tantos santos, portadores de Dios, patriarcas, padres y justos, para detener el engaño. Pero ninguno de ellos intentó jamás abolir los oficios en memoria de los difuntos. Por el contrario, todos los aceptaron y, así, cada día esta práctica no sólo se extiende y echa raíces, sino que recibe continuamente nuevos añadidos.
(Traducido de: Glasul Sfinților Părinți, traducere de Părintele Victor Mihalache, Editura Egumenița, 2008, pp. 364-365)
