El amor como signo del cristiano
El amor que hay en nuestro interior se hace evidente no solamente cuando somos generosos materialmente, sino especialmente cuando ayudamos a divulgar la Palabra de Dios y le servimos a Él
El que ama a Dios, también ama a su semejante. Y no necesita acumular riquezas, porque las comparte con una piedad divina, dándole a cada uno lo que necesita. El que practica la caridad pensando en Dios, no hace diferencias entre buenos y malos ni entre justos e infames, cuando se trata de ofrecer con abnegación lo suyo, porque a todos les da en igual medida, aunque ciertamente le agrade más el virtuoso que el abyecto.
Tal como Dios, por esencia, siendo generoso y puro, a todos nos ama por igual, pero al que lleva una vida virtuosa lo exalta por haber alcanzado el conocimiento verdadero, y se apiada del malvado con bondad y, reprendiéndolo en esta vida, lo ayuda a volver, así también aquel que es íntegro y libre de pasiones ama a todos de la misma manera: al que es bueno por la esencia de su ser y su inclinación a la rectitud, y al malo por compasión, apiadándose de él como de uno que se ha extraviado y camina en la oscuridad.
Y es que el amor que hay en nuestro interior se hace evidente no solamente cuando somos generosos materialmente, sino especialmente cuando ayudamos a divulgar la Palabra de Dios y le servimos a Él
(Traducido de: Sfântul Maxim Mărturisitorul, Patru sute de cugetări creștine, Editura Credința Strămoșească, Iași, 1998, p. 48)