Palabras de espiritualidad

El amor de San Paisos por los demás

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Estamos hablando de un hombre que alcanzó importantes realizaciones espirituales; por eso, no debe sorprendernos que haya sido canonizado con celeridad..

Creo que muchos de ustedes conocen la vida del Santo Piadoso Paisos. ¿Qué caracterizaba a este gran hombre? Su sacrificio por los demás. Ofrendó su vida entera por los demás. Recuerdo que una vez me lo encontré, y me dijo: “Hijo mío, me sucede algo que, si se lo cuento a otros, van a creer que estoy loco, ¿pero qué más puedo hacer? Hasta el año 1974 me inundó un amor tan fuerte por Dios, que a veces me hacía desvanecerme a medio camino. Y, luego de algunas horas de serena oración, me reponía y continuaba con mis actividades. Sin embargo, a partir de 1974, ese amor por Dios se transformó en un fuerte amor por mis semejantes. Oro por ellos con fervor cuando vienen a mi celda y me cuentan sus problemas familiares y de divorcios. Algunas veces, al orar, viajo en espíritu hasta donde ellos viven, sin importar países ni ciudades... Sidney, Melbourne, Mónaco, Chipre, Atenas. Viajo y les visito, haciéndoles la Señal de la Cruz, de forma invisible, hasta que veo que se tranquilizan. También oro por los enfermos y viajo a muchos hospitales, visitando a los internados en terapia intensiva. Les hago la Señal de la Cruz y veo cómo después empiezan a mejorar, sin que nadie sepa que yo estuve ahí, en espíritu. Esto me sucede muchas veces”.

Les contaré también otra cosa, que, al igual que la anterior, no aparece en ningún libro. Cierta vez, un teólogo que tenía algunas dudas en la materia, vino de visita al Santo Monte Athos, precisamente en el período del ayuno de la Dormición de la Madre del Señor. Se preguntaba aquel académico, sobre la “Exapostilaria” que se canta el 15 de agosto (“Y vosotros, Apóstoles que estáis lejos, reuniéndoos aquí, en Getsemaní, dad sepultura a mi cuerpo”), “¿Cómo es posible que los apóstoles que se hallaban en el confín del mundo pudieran participar del entierro de la Virgen María?”. “Yo”, decía, “no creo en semejante cosa. Es posible que hayan sentido que estaban ahí, en su mente o en su corazón... ¿pero volver desde tan lejos?”. Así, fue a visitar al padre Paisos. Al llegar, el padre le dijo: “Tú, el teólogo, pareces un poco confuso. Quédate ahí, el último”, y le ordenó sentarse afuera. Luego de un rato, salió y le llamó: “¡Ven, entra! ¡Los demás, mejor vuelvan mañana!”. Entonces, se aproximó a aquel hombre y le dijo: “¿Por qué no crees en lo que dicen las palabras de la Exapostilaria que cantas? ¿Acaso también eres cantante de iglesia?”. El teólogo se quedó atónito. El padre le pidió entonces que esperara un poco. Le tomó de la mano y, en espíritu, le llevó a varios sitios, ahora no recuerdo bien, a Londres, a Suiza y a otras ciudades que conocía bien el protagonista del relato... finalmente, volvieron a la celda del padre. “¿Cómo es posible que nosotros hayamos podido ir a tantos lugares, algunos de los cuales conocías de antes, y pudiéramos volver en este instante a mi celda? Bien, lo mismo hicieron los Santos Apóstoles”.

Estamos hablando de un hombre que alcanzó importantes realizaciones espirituales; por eso, no debe sorprendernos que haya sido canonizado con celeridad..

Les contaré otro suceso. El esposo de una mujer que suele venir a nuestro monasterio era ateo desde hacía muchos años. Un mediodía, aquella familia decidió ir a orar a la tumba de San Paisos. Entonces el hombre dijo:

Vayan ustedes, yo no creo en eso.

¡Venga, vamos todos, en grupo!, insistió su esposa.

Está bien, vamos. Pero no me pidan que ore.

Finalmente, le convencieron de que venerara el sepulcro de San Paisos. Entonces, aquel hombre se acercó, se persignó e hizo una inclinación. Después, se alejó y se quedó callado, ensimismado. Su mujer le preguntó:

¿Qué te pasa?

¿Qué, no vieron nada ahí?, respondió.

No, nada.

¿No vieron al monje que estaba sobre la tumba y que, al acercarnos, se metió dentro?

No, respondieron los demás.

Yo lo ví. ¡Y era el padre Paisos!

Desde entonces, aquel hombre es un miembro activo de la Iglesia.

(Homilía pronunciada por el stárets del Monasterio Vatopedi del Monte Athos, Archimandrita Efrén, en octubre de 2015)