El amor entra con el alma en el mismo Reino del Amor
El amor, encendido en un corazón santificado y fortalecido con la fe, sigue ardiendo aún más allá de la sepultura.
Debido a que la vida es eterna, también el amor debe ser eterno. Por eso, el Apóstol Pablo nos enseña que “el amor no tiene fin”, porque va más allá del sepulcro junto al alma que no puede quedarse sin él, como tampoco puede quedarse sin vida, porque es inmortal. El amor es, para un alma viva, una propiedad esencial, sin la cual habría de morir, así como nos dice la palabra de Dios: “No se extrañen, hermanos, si el mundo los odia, pues el amor a nuestros hermanos es para nosotros el signo de que hemos pasado de la muerte a la vida. El que no ama está en un estado de muerte. El que odia a su hermano es un asesino, y, como saben, ningún asesino tiene la vida eterna.” (I Juan 3, 13-15). Así, el amor entra junto al alma en el mismo Reino del Amor, allí donde no existe nada sin este sentimiento divino, nacido en el alma inmortal; la acompaña, según lo que dice el Santo Apóstol, más alla del sepulcro. El amor, encendido en el corazón santificado y fortalecido con la fe, sigue ardiendo, más allá de la sepultura, por Dios y por el prójimo con el que el alma estuvo unida aquí en la tierra, por medio de Dios y el vínculo inquebrantable del amor.
(Traducido de: Părintele Mitrofan, Viața repausaților noștri și viața noastră după moarte, Editura Credința strămoșească, Petru Vodă – Neamț, 2010, p. 355)