Palabras de espiritualidad

El amor incondicional es posible

    • Foto: Valentina Birgaoanu

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El padre Porfirio nos aconseja: “Nosotros, con nuestro amor y nuestro deseo ferviente de amar a Dios, atraemos Su Gracia, de una manera tal que abarca a todos los que nos rodean, hasta despertarlos a la vida verdadera en Cristo el Señor”.

¡El amor debe ser incondicional! En verdad, no deberíamos esperar nada a cambio por amar a Dios y a nuestros semejantes. El venerable Porfirio dice que Dios Mismo nos muestra qué significa el amor incondicional: “El amor debe ser sincero... y solamente el amor a Dios es verdadero y sincero. Una persona que es agobiante e irascibile debe ser amada de una manera sutil, sin que lo note. No obstante, no debemos insistir más de la cuenta, para no que no reaccione de forma incorrecta. El silencio nos salva de todo mal. Refrenar la lengua es algo muy importante. En un sentido espiritual, el silencio irradia a quienes nos rodean. Encuentra la paz en tu corazón, y todos a tu alrededor se gozaran en ella”.

Muchas veces, nuestras buenas intenciones parecen generar solamente conflictos y malentendidos. Intenta mantenerte tranquilo, callado y sonreir constantemente. Para superar los momentos duros de nuestra vida se necesita de mucha oración y de algo de tiempo. Se trata de un problema del corazón y muchas veces nuestro pensamiento racional no nos ayuda con nada. La bondad, una sonrisa sincera y la serenidad de la persona pueden destruir las barreras que a primera vista parecen insalvables.

El padre Porfirio nos aconseja: “Nosotros, con nuestro amor y nuestro deseo ferviente de amar a Dios, atraemos Su Gracia, de una manera tal que abarca a todos los que nos rodean, hasta despertarlos a la vida verdadera en Cristo el Señor”. Nuestro objetivo permanente debe ser el amor por Jesucristo, que es el medio por el cual Su Gracia habrá de descender sobre nosotros, para llenarnos el corazón y la vida de gozo: “Para ayudar a quienes nos rodean, en primer lugar debemos vivir realizando lo que es agradable a Dios, además de buscar conocer Su voluntad, y ejecutarla. No debemos obligar a los demás a amarnos; vendrá el momento en que nos amarán, si así lo pedimos con nuestras oraciones. Con nuestro silencio, nuestra comprensión y, ante todo, con nuestra oración, ayudaremos a nuestro prójimo y lo llevaremos de vuelta al buen camino”.