Palabras de espiritualidad

El amor a los jóvenes

  • Foto: Doxologia

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Siempre he estimado mucho a los jóvenes. ¿Por qué? Porque son moldeables. Son entusiastas y hacen cosas grandes: lograron una revolución que los más grandes sólo vieron por televisión.

Siempre he estimado mucho a los jóvenes. ¿Por qué? Porque son moldeables. Son entusiastas y hacen cosas grandes: lograron una revolución que los más grandes sólo vieron por televisión. Esos jóvenes se lanzaron a morir; talvez ni sabían que iban directamente a la muerte, pero querían cambiar el mundo. Y muchos murieron. ¡Un anciano no hace algo así! No lo hace y aunque esté cerca de morir, no le interesa apresurar ese momento. No lo hace, porque no puede. Y es que la edad hace que cambie algo en la estructura de la persona. Porque yo tampoco soy el mismo que cuando era joven, ni siquiera puedo hacer las cosas que hacía en mi juventud. Sólo estoy aquí, esperando ayuda, esperando que venga alguien. Aprecio mucho a aquel joven que tenía cinco panes de cebada y dos pescados, mismos que puso frente al Señor Jesucristo. Y éste, después de bendecirlos, alimentó con ellos una multitud. ¡Un joven que tuvo algo qué ofrecerle al Señor Jesucristo, algo de su propio trabajo, algo de su propiedad, algo de su vida! Pero también siento cariño por un joven que antes criticaba: aquel muchacho rico, del Evangelio. Lo aprecio mucho. Muchos lo juzgan por no haber renunciado a sus riquezas (como si ellos, en su lugar, lo hubieran hecho), por no haber seguido a Cristo. San Juan Casiano dice que, "el hombre primero renuncia al mundo y luego discute por una nimiedad, por una pluma, por un libro, por nada".

(Traducido de: Părintele Teofil Părăian, Învierea lui Hristos, înnoirea vieții noastre, Editura Doxologia, Iași, 2013, pp. 41-42)



 

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