El amor no busca su propio interés
Nos envidiamos los unos a los otros. Todo el tiempo nos parece esto o aquello; todos deseamos algo mejor, más importante, todos buscamos algo para nosotros mismos.
El Señor nos enseña desde el Reino de los Cielos. Sin embargo, nosotros no le creemos: no creemos que no debemos ser insolentes, y somos insolentes; no creemos que no debemos enfurecernos, y nos enfurecemos; no creemos que no debemos envidiar, y envidamos el bienestar de los demás. Incluso hay quienes se atreven a envidar los carismas espirituales de Dios, lo cual constituye, definitivamente, un pecado terrible, porque cada uno recibe de Dios solamente aquello que pueda portar.
Entre los hombres es muy común esta enfermedad de la envidia. Nos envidiamos los unos a los otros. Todo el tiempo nos parece esto o aquello; todos deseamos algo mejor, más importante, todos buscamos algo para nosotros mismos. Luego, es necesario librarnos de tan perniciosa inclinación, porque el amor no busca su propio interés, sino cómo servirle al otro. Esto es algo que tendríamos que entender y practicar.
(Traducido de: Cum să biruim iubirea de arginți, Editura Sophia, București, 2013, p. 62)