El amor perfecto y la humildad vencen las tentaciones carnales
Y es que el amor verdadero destruye, como un fuego poderoso, todo deseo impío y malicioso.
El ojo se ensucia cuando se detiene sobre el cuerpo de la mujer o del hombre —especialmente de la primera—, cuando está vestido de forma irreverente. Por eso, haces bien al voltear la mirada y la mente, para no ver la frivolidad y descaro de esas personas, que son guiadas por el maligno. Sin embargo, es mejor y mucho más útil alcanzar el amor perfecto, que libera al hombre del temor y que nunca se marchita.
Y es que el amor verdadero destruye, como un fuego poderoso, todo deseo impío y malicioso. Procura alcanzar, además, la humildad verdadera, de la cual se teme el maligno y a la que no puede ni acercarse. Por eso, pídele al Señor, con fervor y lágrimas, que te otorgue la humildad y el amor, para librarte de las trampas del astuto enemigo y alcanzar ese puerto seguro y sereno, constituido por la vida y el descanso eternos.
(Traducido de: Arhim. Filothei Zervakos, Ne vorbește părintele Filothei Zervakos, Editura Egumenița, p. 198-199)