El amor tiene una sola fuente
¿Cómo podrías llamarte “ortodoxo”, mientras cultivas la animadversión en contra de alguien? Ni siquiera en contra del pecador, porque Dios odia el pecado, pero ama al pecador.
Con tanta fuerza se burla el maligno de nosotros, que nos hace creer que somos nosotros mismos los que hacemos todo, cuando, en realidad, “dar” y “amar” son verbos que no dependen de nosotros, sino de Cristo. No podemos amar, mucho menos dar, sino eso que Dios ordena y construye en nostros como “amor” y “entrega”. Y, de una manera u otra, aquel que pierde de vista que es Dios Quien da el amor y Quien construye el amor cual don, finalmente pierde de vista la esencia de su propia vida, no solo entre sus semejantes, sino también en Cristo.
Usualmente definimos la Ortodoxia como un “modo de vida en Cristo”. No como una filosofía, ni como una ideología, ni como fanatismo, ni como una fijación. Sin embargo, muchas veces no tenemos el valor de decir que en la Ortodoxia no caben ni la intransigencia, ni cualquier intento de mostrarnos recalcitrantes. ¿Cómo podrías llamarte “ortodoxo”, mientras cultivas la animadversión en contra de alguien? Ni siquiera en contra del pecador, porque Dios odia el pecado, pero ama al pecador. Justamente ese tipo de inquinas, que no son sino intentos de demostrar, permanentemente, la solidez de nuestra estructura, nos alejan de lo que les mencionaba antes, el modo de vida que, con tanto amor, llamamos la “vida en Cristo”.
(Traducido de: Părintele Constantin Necula, Creștinism de vacanță, Editura Agnos, Sibiu, 2011, pp. 9-10)