El amor y la vida en comunidad del cristiano
Cada movimiento de amor tiende a la Plenitud del Cuerpo de Cristo y, en consecuencia, implica cargar con la cruz del sufrimiento del hombre entero y la humanidad entera. Porque el amor es, por excelencia, la vida en comunidad.
Ningún condicionamiento humano puede impedirle al hombre que se abra y se oriente hacia la luz. Por eso, la libertad del hombre lo muestra más allá de cualquier condicionamiento, en su finalidad de recibir y asumir, en la cruz de su amor, los condicionamientos del mundo y la memoria de Adán, y de presentarlos para ser transformados ante Dios. Me refiero a la “cruz del amor”, porque el amor, por frágil que parezca, expresa la unidad con el amor divino que le llamó a la vida. Además, es un descenso conjunto al infierno del sufrimiento, de los recuerdos y herencias viciosas, para transfigurar al ser entero. Por eso, cada movimiento de amor tiende a la Plenitud del Cuerpo de Cristo y, en consecuencia, implica cargar con la cruz del sufrimiento del hombre entero y la humanidad entera. Porque el amor es, por excelencia, la vida en comunidad.
(Traducido de: Părintele Filotheos Faros, Înstrăinarea ethosului creștin, Editura Platytera, București, 2000, p. 18)