El ayuno debe vivirse con alegría
Ayunando, demostramos nuestra buena intención. Practicamos, así, con grandeza de alma, una forma de ascesis, y Dios nos ayuda.
Ayunando, demostramos nuestra buena intención. Practicamos, así, con grandeza de alma, una forma de ascesis, y Dios nos ayuda.
Pero si, sintiéndonos obligados, decimos, “¿Qué puedo hacer? Es viernes y debo ayunar”, entonces nos tocará sufrir. En cambio, si comprendemos el sentido del ayuno que practicamos, sentiremos una especial alegría, recordando que un viernes Cristo padeció al ser crucificado. Nos daremos cuenta, entonces, que mientras a Él ni siquiera le dieron agua de beber, sino vinagre, nosotros sí que podemos beberla todo el día. Haciendo esto, empezaremos a sentir una felicidad más elevada, un gozo mayor que si bebiéramos del agua más fresca.
(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Viața de familie, traducere din limba greacă de Ieroschimonah Ştefan Nuţescu, Editura Evanghelismos, București, 2003, pp. 196-197)