Palabras de espiritualidad

El ayuno y nuestro proceso de simplificarnos la vida

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

No tenemos tiempo para Dios, porque nos complicamos mucho la vida: necesitamos muchas cosas, queremos muchos lujos, queremos cosas que, de hecho, no tienen nada que ver con una vida verdaderamente espiritual.

Pongámonos como objetivo el ennoblecimiento espiritual. Sin este, en vano contamos los días que ayunamos. Desde luego que no estoy hablando de los días de ayuno que todos los cristianos respetamos: los miércoles y los viernes, además de los otros períodos de abstinencia establecidos por la Iglesia. Pienso, por ejemplo, en el ayuno que alguien practica por un motivo especial. En vano ayunas día sí y día también, si no buscas un propósito determinado, es decir, tu mejoramiento espiritual. Los cristianos estamos llamados a ser obedientes a nuestro Buen Dios, porque, si somos malos, nos asemejamos al maligno, y si somos buenos, nos parecemos a Él. Tenemos que esforzarnos en mejorar nuestra vida, y esto se obtiene con los siguientes métodos: la oración, el ayuno, la oración con la mente (“Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador”), y el recogimiento, es decir, dejar de asistir a esos lugares donde sabes que encontrarás la ocasión para pecar, ahí donde hay cosas que te pueden hacer caer en la tentación, y elegir simplificar tu vida.

Por eso es que no tenemos tiempo para Dios, porque nos complicamos mucho la vida: necesitamos muchas cosas, queremos muchos lujos, queremos cosas que, de hecho, no tienen nada que ver con una vida verdaderamente espiritual. Todo es bueno y correcto, pero si malgastas el tiempo que tendrías que ofrecerle a Dios, ¡mucho cuidado! Decía el padre Serafín Popescu que, cuando estuvo en el Santo Monte Athos, se encontró con un monje que decía que “ciertamente, es mejor el pescado que las patatas, pero se pierde mucho tiempo de oración al ir a pescar”. Entonces, para él había algo más importante que ir a pescar. Prefería comer patatas todo el tiempo, y no pescado, antes que perder el tiempo fijado para hacer su canon de oraciones.

(Traducido de: Arhimandritul Teofil PărăianCum putem să devenim buni, Editura Mitropolia Olteniei, Craiova, 2006, p. 52)