El camino del monje a la salvación
En caso contrario, ¿para qué hiciste aquellos votos, sin que nadie te forzara? ¡Qué irremediable insensatez prometer, sin darte cuenta de lo que estás prometiendo!
Un hermano que recién había sido tonsurado le preguntó (al padre Vicente):
Padre, ¿qué debo hacer para alcanzar la salvación?
—Escucha, hermano: esfuérzate en cumplir todo lo que prometiste (al hacerte monje) y, ciertamente, te salvarás.
¡Ay de mí, padre, me estremecen mis votos monacales!
—¡No temas, hermano! Confía en que has recibido el Espíritu Santo. Empieza a trabajar, poco a poco, hasta adquirir otra virtud. Busca, en primer lugar, tener una conciencia pura y que nada te provoque remordimientos al llegar el ocaso. Luego, cuida tu mente de los malos pensamientos, realiza con amor tu norma de obediencia y repite sin cesar la “Oración de Jesús”. Entonces, hijito mío, atiende mi consejo y no te equivocarás. Esta es la forma en que debes labrar el huerto de tu alma.
Otro hijo espiritual le preguntó:
Padre Vicente, ¿qué hacer para salvarme?
El anciano se retiró por un momento, y después regresó con un papelito en la mano, el cual le extendió. En él estaba escrito lo siguiente:
—Confiésate con frecuencia. Cumple con tu canon (de penitencia) y tu regla de oraciones, en tu celda. Repite sin cesar la “Oración de Jesús”. Obedece a todos, en todo. Aprende a amar la soledad, para librarte de escuchar, ver, desear y criticar, justa o injustamente. Ante tus ojos, que todos sean como santos. Esmérate en hacer todo esto con amor, y vivirás. En caso contrario, ¿para qué hiciste aquellos votos, sin que nadie te forzara? ¡Qué irremediable insensatez prometer, sin darte cuenta de lo que estás prometiendo!
(Traducido de: Arhimandrit Ioanichie Bălan, Patericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, pp. 563-564)