La senda de la salvación o “el Camino” empieza cuando el hombre viene —la mayoría de veces, apenas vivo después de contender con la muerte— y entra en la Iglesia visible, verdadera, que es “Una, santa, católica (universal) y apostólica”. Nuestro Señor fundó una sola y tiene una sola Iglesia, no ochocientas.

Esta Iglesia, "una", es santa porque Santo es su fundador y, como tal, será siempre santa, santificando incluso a los pecadores. Debemos asentar nuestra mente, corazón y cuerpo en la pureza, porque Dios no protege a un cuerpo corrupto, una mente o un corazón lleno de ardid. Entonces, si nos enmendamos, nuestros días se aclararán y nos llenaremos de gozo.

(Traducido de: Ieromonah Arsenie Boca, Vreau să schimb lacrimile voastre în bucurie, Editura Agaton, Făgăraş, 2014, p. 27)