El camino y la lucha de cada cristiano
Si aquí, en la tierra, donde hay tantos pecadores, Dios dejó tantas cosas bellas, ¡pensemos cómo será en el Cielo, a donde van solamente aquellos que han sido elegidos por su bondad!
¡Qué gran dolor sería para alguien si todos sus miembros sufrieran, de la cabeza a los pies! ¡Pero también, qué gran felicidad si todos sus sentidos se gozaran y se deleitaran! Al Reino de los Cielos no entrará ninguna vileza o maldad, sino que será una paz completa y sin fin, rosas sin espinas. Si aquí, en la tierra, donde hay tantos pecadores, Dios dejó tantas cosas bellas, ¡pensemos cómo será en el Cielo, a donde van solamente aquellos que han sido elegidos por su bondad!
¡Cristo recorrió el camino al Cielo, lleno de sangre y después de recibir un sinnúmero de ofensas! Ese mismo camino lo siguieron los apóstoles, los discípulos, los ascetas y todos los hombres generosos y justos. Todos estamos llamados a seguir esa senda, por complicada que parezca, en la cual no nos debe faltar el amor a Dios (lo cual muchas veces implica renunciar a nuestros placeres), el amor al prójimo, la caridad, la bondad, la paciencia, el perdón, una profunda humildad y saber soportar las injusticias y las tribulaciones.
El Señor les dio las llaves de Su Reino a los Santos Apóstoles, y estas aún se conservan en la Iglesia. ¡Si tantos pecadores se han redimido, arrepintiéndose, llorando y renunciando a sus malas acciones, también nosotros podemos hacerlo! ¡Si creyéramos con fuerza en el Reino de los Cielos, no amaríamos tanto las cosas de este mundo! La Patria del cristiano auténtico es el Cielo, y es por ella que lucha sin cesar. El sabio Salomón atestigua: “De cuanto me pedían mis ojos, nada les negué ni rehusé a mi corazón ninguna alegría” (Eclesiastés 2, 10). Pero después llega a la conclusión de que “¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad!” (Eclesiastés 1, 2). ¡Lo mismo podemos decir de todas las cosas del mundo!
(Traducido de: Arhimandritul Serafim Man, Crâmpeie de propovăduire din amvonul Rohiei, Editura Episcopiei Ortodoxe Române a Maramureșului și Sătmarului, 1996, pp. 177-178)