El centro inmaterial del hombre
El corazón es un centro incorpóreo, porque la Gracia de Dios, que también es inmaterial y viene a nosotros con el Santo Bautismo, reside en el corazón, donde tiene su trono.
El corazón es el centro inmaterial, es decir, el centro espiritual de todos los dones del Espíritu Santo y de todas las virtudes. Todo esto tiene su sede en el corazón. Si ponemos la mente, es decir, el buen juicio, como guardián de nuestro corazón, no dejará que al corazón entren los pecados de los cinco sentidos, además de detener las pasiones que quieren salir de ahí, para que no se conviertan en pecados. Luego, el cuidado del corazón consiste en ponerle la mente como custodio, para detener cualquier pensamiento vicioso que quiera entrar. La mente, al descender al corazón, se siente muy presionada, porque al principio le parece estar como dentro de una prisión. Pero, con el paso del tiempo, se acostumbra a ello y se siente bien, porque el corazón es la morada natural de la mente.
Tenemos que saber que el corazón, como atestiguan San Basilio y otros Santos Padres, es el primero de nuestros órganos en formarse. Es, según San Basilio, “la raíz de la vida”. El corazón es el trono, la raíz, el origen y la fuente de todos los poderes naturales del cuerpo y el alma. Este se forma con el poder de Dios, antes que los demás órganos del cuerpo, como el mismo San Basilio señala: “El corazón no solamente es creado primero, sino que también muere el último”.
El corazón es un centro incorpóreo, porque la Gracia de Dios, que también es inmaterial y viene a nosotros con el Santo Bautismo, reside en el corazón, donde tiene su trono. Esto nos lo enseña el Mismo Cristo en Su divino Evangelio, al decir. “El Reino de Dios está en vuestro interior” (Lucas 17, 21).
(Traducido de: Arhimandritul Ilie Cleopa, Îndrumări duhovnicești pentru vremelnicie și veșnicie, Editura Teognost, Cluj- Napoca, 2004, p. 112)