El clamor del alma que ama al Señor
Mi alma suspira por el Señor y lo busca con lágrimas. ¿Cómo podría dejar de buscarte? Tú me hallaste primero y me diste el gozo de Tu Santo Espíritu, y mi alma te amó.
Mi alma suspira por el Señor y lo busca con lágrimas. ¿Cómo podría dejar de buscarte? Tú me hallaste primero y me diste el gozo de Tu Santo Espíritu, y mi alma te amó.
Tú conoces, Señor, mi tristeza y mis lágrimas... Si no me hubieras cautivado con Tu amor, no te buscaría como te busco. Pero Tu Espíritu me concedió conocerte y mi alma se alegra porque Tú eres mi Señor y Dios, y yo te añoro hasta llegar al llanto.
Señor misericordioso, Tú conoces mi caída y mi tristeza; por eso, humildemente te pido que te apiades de mí. ¡Derrama sobre mí, que soy un pecador, la Gracia de Tu Santo Espíritu! Su sólo recuerdo hace que la mente busque nuevamente Tu clemencia.
¡Dame, Señor, el espíritu de Tu humildad, para que no pierda otra vez Tu Gracia y no vuelva a llorar amargamente por ella, tal como lloró Adán al perder el Paraíso y perderte a Ti!
(Cuviosul Siluan Athonitul, Între iadul denădejdii și iadul smereniei, Editura Deisis, Sibiu, 2000, p. 41)