El corazón de un santo
Lo que sentía por aquellos a quienes ayudaba era una inmensa gratitud. Esto se hacía evidente cuando esas personas, después de resolver sus problemas, venían al monasterio a visitarlo para agradecerle.
El padre Jacobo era muy generoso al practicar la caridad y, en casos especiales, como cuando alguien necesitaba ser operado o cuando algún joven le pedía su bendición y su consejo para irse al extanjero e intentar hacerse una vida allí, su ayuda todavía era mayor. A veces seguía enviando una cantidad periódica de dinero a las personas que se estaban reponiendo de alguna operación o de una enfermedad grave. Del mismo modo, muchas veces no abría los sobres con dinero que le llegaban al monasterio, sino que los repartía a quienes consideraba necesario.
Cuando ayudaba a alguien, el stárets Jacobo se llenaba de una profunda felicidad, misma que se veía reflejada en su rostro. Hasta se podría decir que lo que sentía por aquellos a quienes ayudaba era una inmensa gratitud. Esto se hacía evidente cuando esas personas, después de resolver sus problemas, venían al monasterio a visitarlo para agradecerle. Y si le traían algún presente, por pequeño que este fuera, el padre Jacobo lo recibía como si fuera algo de un valor inestimable, agradeciéndolo una y otra vez.
(Traducido de: Stelian Papadopulos, Fericitul Iacov Tsalikis, Starețul Mănăstirii Cuviosului David „Bătrânul”, Editura Evanghelismos, București, 2004, p. 178)