El cristiano no solamente cree en Dios, sino que cree firmemente en la verdad del Evangelio
La Iglesia Ortodoxa, única Iglesia de Cristo en el mundo, ha guardado desde siempre la fe en el Evangelio, sin ver a un lado o al otro, y sin apoyarse en otras creencias o corrientes, como las filosofías paganas o las ciencias naturales.
No le preguntes al cristiano si cree en Dios, sino si cree en el Evangelio, en la Buena Nueva de Cristo. Porque, si dijeras que el cristiano cree en Dios, así, según su propio saber y entender, y no en conformidad con el Evangelio, sería un obsoleto y un pagano, por haber llegado a la fe de forma semejante a los hombres de hace más de dos mil años, como, por ejemplo, algunos filósofos griegos o asiáticos. Y, entonces, cabría preguntarse: ¿para qué fue que Cristo descendió del Cielo? ¿Y por qué selló con Su Sangre Su revelación al mundo, Su Buena Nueva? En verdad, un cristiano así estaría vertiendo sobre su cabeza la purísima Sangre del Hijo de Dios, como aquellos que gritaban: “¡Crucifícalo, crucifícalo!”.
La Iglesia Ortodoxa, única Iglesia de Cristo en el mundo, ha guardado desde siempre la fe en el Evangelio, sin ver a un lado o al otro, y sin apoyarse en otras creencias o corrientes, como las filosofías paganas o las ciencias naturales. Porque cuando avanzas con un guía que tiene buena vista y además es suficientemente perspicaz, es absurdo y hasta ridículo detenerte a pedir indicaciones sobre el camino a los ciegos y los tullidos.
Teniendo una fe perfecta en Cristo y en Su Buena Nueva, los Santos Padres y los mentores de la Iglesia rechazaron firmemente las filosofías griegas y los misterios asiáticos y africanos. Esto incluye a aquellos que estudiaron filosofía en Atenas, como San Juan Crisóstomo, Basilio y Gregorio el Teólogo, al igual que otros que nacieron en Egipto o en los países árabes, como San Antonio, San Macario, San Isaac el Sirio, San Efrén el Sirio, etc.
(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, Suta de capete de la Liubostinia, Editura Sophia, 2009, pp. 15-16)