El ayuno que le agrada a Dios
«El ayuno (verdadero) es aquel en el cual los hombres, humillando su cuerpo, suman también el perdón de los pecados y las deudas, además de alimentar a los hambrientos, acoger a los que no tienen techo y vestir a los que tienen frío».
«¡Habla fuerte!», le dice el Señor al Santo Profeta Isaías, «no te detengas evidenciando las iniquidades de Mi pueblo». Pero ¿qué hacía el pueblo? «Ellos me buscan, desean acercarse a su Dios». ¿Es esto, acaso, un pecado? Precisamente esa es su obligación. Sí, así es, pero el problema es que no lo hacen como es debido, sino que esperan alcanzar su objetivo solamente por medio del ayuno, sin ocuparse de las obras de la justicia y el amor. «También el ayuno me agrada», dice el Señor, «pero el ayuno (verdadero) es aquel en el cual los hombres, humillando su cuerpo, suman también el perdón de los pecados y las deudas, además de alimentar a los hambrientos, acoger a los que no tienen techo y vestir a los que tienen frío. Cuando todo eso se sume al ayuno, avanzarán en Mi búsqueda y en su deseo de estar cerca de Mí», «Entonces surgirá tu luz como la aurora... y la gloria de Dios te rodeará. Entonces, si clamas, el Señor responderá a tus gritos; dirá: ¡Aquí estoy! Y será tu guía para siempre» (Isaías 58, 1-11).
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Tâlcuiri din Sfânta Scriptură pentru fiecare zi din an, traducere de Adrian și Xenia Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, 2011, pp. 29-30)