El valor de nuestro esfuerzo ante Dios
En ese instante, sintió que alguien le seguía. Al voltearse, vio que detrás suyo venía un individuo enumerando en voz baja...
Un anciano monje vivía en el desierto, a unos diecinueve kilómetros del manantial más cercano. Un día, agobiado por tener que caminar tanto para procurarse el vital líquido, se lamentó:
—¿Para qué necesito sacrificarme tanto? ¡Lo mejor será venir a vivir al lado del manantial!
En ese instante, sintió que alguien le seguía. Al voltearse, vio que detrás suyo venía un individuo enumerando en voz baja. Asombrado, el anciano le preguntó:
—¿Quién eres?
Y el otro le respondió:
—Soy un ángel del Señor. Fui enviado a enumerar tus pasos y a recompensarte de forma correspondiente.
Al escuchar estas palabras, el anciano se llenó de valor y decidió irse a vivir aún más lejos, a casi treinta kilómetros de distancia del manantial.
(Traducido de. Everghetinosul, volumele 1-2, traducere de Ștefan Voronca, Editura Egumenița, Galați, 2009, p. 160)