El cristiano rehúye la pretenciosidad y prefiere la modestia
Ruégale a Dios que te conceda la contrición y la humildad de corazón, al igual que el don de ver todo el tiempo tus propios pecados.
Un hermano le pidió al abbá Matoes:
—¿Podría darme algún consejo, padre?
—Ruégale a Dios que te conceda la contrición y la humildad de corazón, al igual que el don de ver todo el tiempo tus propios pecados, para no juzgar a nadie jamás, y así hacerte el más humilde de todos.
Aparta de ti cualquier comportamiento impío y aprende a refrenar tu lengua y tu vientre. Si alguien te habla de algún tema controvertido, no lo contradigas. Si habla de algo bueno, solamente responde con un “sí”. Y si habla de algo malo, dile: “Tú sabes lo que dices”, pero no empieces a discutir con él. En esto consiste la humildad.
(Traducido de: Arhiepiscop Chrysostomos, Smerenia în tradiția patristică ortodoxă, Editura Vremea, p. 92-93)