El cumplimento de los mandamientos y el peso de nuestros pecados
No temamos aceptar con agrado el buen yugo del Señor y Su carga que es ligera. Solamente así, y no de otra manera, podremos encontrar la paz que nuestra alma necesita.
“Venid a Mí todos los que estáis cansados y cargados, y Yo os haré descansar”. ¡Oh divino, oh amado, o dulcísimo llamado del Señor! ¡Sigamos todos al Señor, Quien nos llama!
Sin embargo, primero debemos sentir que nos resulta difícil, que tenemos una gran cantidad de pecados y que esos pecados son muy braves. Este sentimiento engendra la necesidad de buscar consuelo. La fe nos enseña que la única solución está en el Señor, nuestro Salvador, y que nuesros pasos se encaminarán por sí mismos hacia Él. El alma que quiere librarse de pecados sabe qué decirle al Señor: “Quítame la pesada carga de mis pecados, y yo tomaré Tu yugo, que es bueno”.
Y así es como sucede: el Señor perdona los pecados y el alma empieza a seguir Sus mandamientos. Los mandamientos son el yugo y los pecados la carga; sin embargo, poniéndolos juntos, el alma entiende que el yugo de los mandamientos es ligero como un copo de nieve, y el peso de los pecados, pesado como una montaña. Así pues, no temamos aceptar con agrado el buen yugo del Señor y Su carga que es ligera. Solamente así, y no de otra manera, podremos encontrar la paz que nuestra alma necesita.
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Tâlcuiri din Sfânta Scriptură pentru fiecare zi din an, traducere din limba rusă de Adrian și Xenia Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, 2011, pp. 58-59)