Palabras de espiritualidad

El desasosiego del hombre rico

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

No hay absolutamente nada en este mundo que dure para siempre o que sea invariable. Todos los bienes materiales se degradan, se deterioran, desaparecen. 

En la conocida Parábola del rico insensato (Lucas 12, 16), se nos cuenta que la tierra fue especialmente fructífera ese año. Debido a que los graneros del rico ya estaban llenos, este se puso a pensar cómo hacer para que cupiera el resto de cereales. Vemos aquí cómo no solamente los pobres se sienten atormentados o intranquilos, aunque en su caso es por no tener los suficiente para cubrir sus necesidades. También los ricos experimentan un gran desasosiego: cómo y en dónde guardar todo lo que van acumulando. Y es que las riquezas vienen siempre acompañadas de grandes amenazas, como dice el Señor: “No atesoréis en la tierra, donde la polilla y el orín corroen y donde los ladrones socaban y roban” (Mateo 6, 19).

Los ladrones han existido siempre. Actualmente, de hecho, existen muchísimos métodos para robar, cada vez más complejos y modernos. Por eso es que, a su vez, también hay más y mejores sistemas de alarma, cerraduras eléctricas, etc. Con todo, los ladrones más avezados son capaces de superar cualquier obstáculo, con tal de alcanzar su propósito. Debido a la intranquilidad que sienten, los grandes potentados rentan cajas fuertes en todos los bancos para guardar sus riquezas. En estas condiciones, podemos decir que tienen y no tienen esas riquezas. En tanto las mantienen a resguardo en una caja fuerte, sin poder utilizarlas o mostrarlas, es como si no las poseyeran.

El rico no pensó: “Repartiré mis riquezas entre los pobres. Quiero corresponder la bendición que Dios me concedió. Y, tal como Él me dio de todo y en abundancia, también yo daré abundantemente a los pobres, quedándome para mí solamente lo que me es absolutamente necesario”. No, ni siquiera le pasó por la mente algo así. Al contrario, dijo: “Pondré todo bajo llave, en mis bodegas”. ¿Cuán seguros podrían llegar a ser esos almacenes? Eso solo Dios lo sabe. Los depósitos pueden derrumbarse con un terremoto… un incendio también los puede convertir en cenizas. O puede entrar una banda de ladrones y llevarse todo lo que hay ahí. No hay absolutamente nada en este mundo que dure para siempre o que sea invariable. Todos los bienes materiales se degradan, se deterioran, desaparecen. El rico, en su locura, pensó que todos esos bienes eran realmente suyos. ¿Por qué? Por haber sacado a Dios de su vida.

(Traducido de: Arhimandritul Epifanie TheodoropulosToată viața noastră lui Hristos Dumnezeu să o dăm, Editura Predania, București, 2010, pp. 39-40)

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