El dolor que muchos padres causan a sus hijos
El comportamiento insensato de los adultos influye en el estado de las fuerzas espirituales y físicas del niño, y deja en su corazoncito una gruesa capa de miseria moral.
Si entendiéramos el sufrimiento espiritual que enfrenta el niño, sea desde el vientre de su madre o después de nacer, cuando vive en el seno de una familia en la que las “escenas” de insultos y los conflictos laborales y domésticos son moneda común, nos esmeraríamos en comportarnos con un cuidado mayor, con delicadeza. El comportamiento insensato de los adultos influye en el estado de las fuerzas espirituales y físicas del niño, y deja en su corazoncito una gruesa capa de miseria moral.
Sin que nos demos cuenta, sobre la frágil alma se derrama el veneno de la ira y la maldad, y en su sangre crece drásticamente el nivel de las hormonas del estrés. El alma recibe una fuerte carga negativa, y después los padres todavía se preguntan: “¡Mira lo que hemos criado todos estos años! ¡Qué injusticia! ¡¿Qué no hemos sacrificado por nuestro hijo?! ¡Y él, en vez de mostrarse agradecido, es un desobediente y egoísta!”.
Sí, el hijo no deseado siente, intuitivamente, al nivel de su subconsciente, una cierta injusticia, una cierta maldad por parte de su madre o su padre. Voluntaria o involuntariamente, él les paga con la misma moneda: con enemistad, frialdad y rechazo, y se rodea de una barrera interior que no se puede ver.
(Traducido de: K. V. Zorin, Păcatele părinților și bolile copiilor, Editura Cartea Ortodoxă, București, p. 80)