Nos da miedo perder nuestro amargo confort psíquico y físico, aferrándonos “hasta con los dientes” al sufrimiento del que nos lamentamos todo el tiempo, y el cual, si no fuera por la misericordia de Dios, podría transformarse en ese rechinar de dientes que nos queda después de rechazar una y otra vez Su Gracia.

Nos da miedo perder lo que tenemos y lo que parecemos ser, rechazando creer que precisamente esa propiedad y esa apariencia nos apartan de la Alegría a la que fuimos llamados...

¡Pero, qué milagro que Dios haya puesto en nosotros el dolor que nos grita una y otra vez en el Camino, impidiéndonos perder eso en lo que debemos devenir!

(Traducido de: Monahia Siluana Vlad, Gânduri de încredinţare, Editura Doxologia, Iaşi, 2012, p. 17)