El don de la contrición y las lágrimas
Luchemos para poder arrepentirnos sinceramente, para obtener el conocimiento de nuestros innumerables y graves pecados, y para poder purificarnos de ellos.
Para obtener el don de las lágrimas, debemos, como dije, leer constantemente libros santos, además de soportar con esperanza las aflicciones, las burlas, las ofensas y los insultos, pidiéndole a Dios por quienes nos perjudican, haciéndonos humildes en toda situación, cuidándonos de hablar mucho y de pensar en lo que hacen los demás, sino que concentrándonos solamente en nuestros propios pecados y arrepintiéndonos profundamente por ellos. Y si no tenemos lágrimas, al menos pidámoselas a Dios.
La auto-condenación y el llanto ayudan al alma a encontrar la devoción. El primer fruto del lamento por nuestros propios pecados lo constituyen las lágrimas que le ofrecemos a Dios como un sacrificio agradable, y que nos ayudan a limpiar la miseria del alma. Y cuando el alma alcanza el estado de contrición y verdadero dolor, no pasa un sólo día sin derramar lágrimas, al igual que el profeta David, quien decía: “con lágrimas lavo cada noche mi lecho”. Así pues, luchemos para poder arrepentirnos sinceramente, para obtener el conocimiento de nuestros innumerables y graves pecados, y para poder purificarnos de ellos.
(Traducido de: Sfântul Simeon Noul Teolog, Miezul înțelepciunii Părinților, Editura Egumenița, p. 70)