El don de la fe en nuestro Señor
Quien sirva a Dios, lo conocerá a Él. Y quien conozca a Dios, lo amará según su conocimiento y tendrá también la vida eterna, que es la felicidad misma.
Creemos y, según la medida de nuestra fe, conocemos. Y, según es la medida de nuestro conocimiento, amamos a Dios. Y a partir de la medida de nuestro amor es que llegamos a ser felices. El hombre que cree en Dios también le sirve a Él. Y quien sirva a Dios, lo conocerá a Él. Y quien conozca a Dios, lo amará según su conocimiento y tendrá también la vida eterna, que es la felicidad misma. El conocimiento de Dios hace feliz al alma.
En el Paterikón dice: “Permanece cerca del hombre que le teme a Dios, y también tú le temerás a Él”. Podríamos decir también: “Acércate al hombre que cree en Dios, y tú también te harás creyente”. Y es que el hombre de fe tiene el poder de participar su fe a los demás. El cristiano verdadero vive una Pascua eterna.
La fe en Dios lo resuelve todo, pero no en el sentido de cambiar situaciones, sino en el de cambiar posiciones.
Lo más grande que Dios le puede dar al hombre, después de la vida y la salud, es la fe en Él. Si tienes fe en Dios, te sientes seguro y con fuerzas. No solamente puedes levantarte, tomar tu lecho y empezar a andar, sino que también puedes levantar a otros y llevarlos contigo.
(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Veniți de luați bucurie, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2001, pp. 42-43)