Palabras de espiritualidad

El don de la Santa Confesión

  • Foto: Bogdan Zamfirescu

    Foto: Bogdan Zamfirescu

“El creyente no tiene que revelarles a otros lo que confiesa, ni su forma de vida, ni sus propias prácticas espirituales. Todos esos aspectos tienen que ser guardados en secreto y conocidos únicamente por el padre espiritual”.

El Sacramento de la Confesión es una forma de llegar a Dios. Es una ofrenda del amor de Dios por el hombre, y nadie ni nada nos puede privar de ese amor. El melancólico se mueve en círculo alrededor de su propio “yo”; no le importa ni nada ni nadie más. Pero el pecador que se arrepiente y se confiesa, sale de sí mismo. Nuestra fe tiene este inmenso privilegio: la existencia del padre espiritual, el confesor.

Si fuiste a confesarte con tu padre espiritual y recibiste la absolución de tus faltas, ¡no vuelvas a cometerlas! Todos tendríamos que hacer una confesión general de vez en cuando, porque todas nuestras heridas e incidentes espirituales provocan en nosotros distintas enfermedades físicas. Y no se trata de confesar solamente nuestros pecados, sino también nuestros pensamientos, nuestros temores, nuestras tristezas, nuestras alegrías, nuestros enfados… todos esos pensamientos provocados por un gran cúmulo de sucesos, como los mismos fenómenos naturales, la muerte de algún ser querido, nuestras dudas, etc. El anciano Jacobo aconsejaba: “El creyente no tiene que revelarles a otros lo que confiesa, ni su forma de vida, ni sus propias prácticas espirituales. Todos esos aspectos tienen que ser guardados en secreto y conocidos únicamente por el padre espiritual”.

(Traducido de: IPS Andrei AndreicuțCuvintele Bătrânilor, Editura Reîntregirea, Alba Iulia, 2004, p. 23)