Palabras de espiritualidad

El ejemplo de David para no justificar nuestras faltas

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

La justificación insolente es la característica de los pecadores que no se arrepienten.

«La justificación insolente es la característica de los pecadores que no se arrepienten». «El primero parece tener razón en el pleito, pero luego viene la otra parte y se la examina» (Proverbios 18, 17). San Juan Crisóstomo interpreta: «¿Es posible que el piadoso condene a su semejante? Si lo hace ¿sigue siendo virtuoso? ¡No!». Y nos explica: «“Una tarde, después de la siesta, David, paseando por la terraza del palacio, vio a una mujer que estaba bañándose. La mujer era muy bella” (II Reyes 11, 2). Y David cayó en la tentación y pecó con ella. Cuando se arrepintió, confesó su pecado abiertamente y sin rodeos: “[...] He pecado ante el Señor” (II Reyes 12, 12). Está claro que David habría podido justificarse, diciendo: “He pecado porque había una mujer desvistiéndose ante mí, bañándose ante mis ojos”. Sabía, sin embargo, que esto sería justificarse. Así fue como se hizo digno del perdón de Dios. También nosotros tenemos que decirle a Dios, con toda sinceridad: “¡Hemos pecado!”».

(Traducido de: Arhimandritul Vasilios Bacoianis, Duhovnicul și spovedania, Editura Tabor, București, 2012, p. 46)