El esfuerzo de la oración
Esfuérzate en la oración y, encomendándolo todo, pide en primer lugar alcanzar este altísimo escalón de la oración que es el fuego del espíritu, y recibirás, indudablemente, lo que busques.
La oración no es un trabajo que se haga una sola vez o con interrupciones, sino un estado continuo del espíritu, así como son continuos e incesantes la respiración y los latidos del corazón. Debemos esforzarnos incansablemente en la oración, buscando llegar, con devoción, a una tierra prometida, al fuego del espíritu, atentos a Dios. Esfuérzate en la oración y, encomendándolo todo, pide en primer lugar alcanzar este altísimo escalón de la oración que es el fuego del espíritu, y recibirás, indudablemente, lo que busques.
No crean que hablo de algo imposible de alcanzar para quienes están inmersos en los quehaceres de este mundo; no, se trata, desde luego, de un estado altísimo, pero cualquiera puede alcanzarlo. Cada uno experimenta alguna vez, cuando ora, como un flujo de calor y de celo, cuando el alma, alejándose de todo, entra profundamente en sí misma y se dirige fervientemente a Dios. Precisamente ese descenso del espíritu de oración, digámoslo así, que sucede de vez en cuando, debe llevarse al nivel de estado perseverante: sólo entonces habremos alcanzado tal nivel de oración.
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Răspunsuri la întrebări ale intelectualilor, vol. 2, Editura Cartea Ortodoxă, 2007, p. 149)