El Espíritu Santo nos enseña a amar a todos
El hombre que aprende a amar con el Espíritu Santo, se entristece profundamente por aquellos que no salvan y derrama incontables lágrimas por todos, porque es el don de Dios lo que le da la capacidad de amar a sus enemigos.
El hombre virtuoso piensa: “Todo el que se desvía de la verdad, se pierde mortalmente” y, por eso, siente compasión por quienes se hallan en tal situación. Pero quien no aprenda del Espíritu Santo cómo amar, no podrá orar por sus enemigos. Al contrario, el hombre que aprende a amar con el Espíritu Santo, se entristece profundamente por aquellos que no salvan y derrama incontables lágrimas por todos, porque es el don de Dios lo que le da la capacidad de amar a sus enemigos.
Entonces, hermano, si no los amas, al menos no los difames ni mientas sobre ellos. Esto será un buen comienzo. Pero si alguien los maldice y los insulta, está claro que tiene un espíritu impuro en su alma y, si no se arrepiente, al morir irá a parar al lugar donde moran todos esos espíritus. ¡Que Dios libre a todas las almas de semejante desgracia!
¡Entendamos esto! Es muy sencillo. Todos aquellos que no conocen a Dios o se le oponen, son dignos de toda nuestra compasión. Mi corazón sufre por ellos y mis ojos no pueden evitar llorar por esas almas. Para nosotros, el Paraíso y los tormentos del infierno son algo que no admite discusión: los conocemos gracias al Espíritu Santo. Esto mismo lo dijo el Señor: “El Reino de Dios está en vuestro interior” (Lucas 17, 22).
Así pues, aquí empieza la vida eterna; también los tormentos eternos empiezan aquí. Pero por causa del orgullo perdemos la Gracia y, con esta, el amor a Dios y la confianza al orar. ¿Qué sigue? Que el alma empieza a ser atacada por toda clase de pensamientos perniciosos, incapaz de entender que tiene que hacerse humilde y empezar a amar a sus enemigos, porque esa es la única forma de agradarle a Dios.
Puede que digas: “Los enemigos atacan sin piedad a nuestra Santa Iglesia. ¿Cómo podríamos amarlos?”. Pero yo te responderé: “Tu alma aún no conoce a Dios, aún no entiende cuánto nos ama y con cuánto afán espera que todos los hombres se arrepientan y se salven. Dios es amor y por eso es que nos envió el Espíritu Santo, Quien enseña a las almas cómo amar a nuestros enemigos y a orar por ellos, para que también ellos se salven. Esto es el amor. Porque, si los juzgáramos por sus actos, tendrían que ser castigados”.
¡Gloria al Señor por amarnos tanto, por perdonar nuestras faltas y revelarnos Sus misterios con el Espíritu Santo!
(Traducido de: Cuviosul Siluan Athonitul, Între iadul deznădejdii și iadul smereniei, Editura Deisis, Sibiu, 2001)