El Espíritu Santo y la virtud de la humildad
El humilde jamás deja de condenarse a sí mismo, aunque todo el mundo luche contra él y le difame.
El que tiene una mente humile jamás deja de condenarse a sí mismo, aunque todo el mundo luche contra él y le difame. Y lo hace justamente para no alcanzar la salvación sin su voluntad, como los que tienen una paciencia admirable, sino para abrazar con fervor los sufrimientos de Cristo, de los cuales se puede aprender la más grande de las virtudes, en la cual mora el Espíritu Santo. Esta es la puerta que conduce al Reino y a la pureza. Quien entre por ella, vendrá a Dios, y sin ella todo esfuerzo es inútil y el camino cada vez más tortuoso.
(Traducido de: Sfântul Petru Damaschinul, „Învățături duhovnicești”, cuvântul 10, în: Filocalie, vol. V, p. 209-210)