Palabras de espiritualidad

El estrecho lazo entre el perdón y el amor

    • Foto: Bogdan Bulgariu

      Foto: Bogdan Bulgariu

Venimos a la iglesia para pedir por el perdón de nuestros pecados. Necesitamos el perdón de Dios, porque tenemos la conciencia de nuestro estado de pecadores; tenemos deudas con Dios y también con nuestros semejantes, hijos Suyos, y no somos capaces de pagarlas.

El perdón está vinculado a la comprensión de las debilidades del otro —y también de las nuestras—, de la necesidad que tenemos del otro. ¿Por qué no perdonar al otro, cuando yo mismo estoy lleno de pecados? ¿Qué persona puede decir que ha hecho todo por los demás?

Aunque sé que mi hermano está enfermo, por comodidad digo que estoy cansado, y evito atenderlo… Predico todo el tiempo, porque no cumplo con mis deberes hacia los demás. Puede que no haga el mal, pero tampoco practico el bien. Esto significa dejar a los demás en su soledad, en su impotencia. A menudo hay alguien que necesita ser animado, consolado, ayudado, pero no lo hago: soy siempre un pecador. Entonces ¿por qué no perdonar a los demás? ¿Por qué esperar de los otros más de lo que yo mismo les ofrezco?

Venimos a la iglesia para pedir por el perdón de nuestros pecados. Necesitamos el perdón de Dios, porque tenemos la conciencia de nuestro estado de pecadores; tenemos deudas con Dios y también con nuestros semejantes, hijos Suyos, y no somos capaces de pagarlas. Un padre de la antigüedad decía que el hombre se siente perdonado, justamente cuando deja de pecar, cuando siente el poder que le da Dios para no volver a pecar. El perdón no es un pago; es el poder de Dios que el hombre siente venir a él. Una vez confesamos nuestro pecado y recibimos el perdón de Dios por medio del sacerdote, con frecuencia sentimos la necesidad de decir: “Ahora me siento bien, siento el poder de Dios en mí, siento que Él está contento conmigo”.

Cuando dejo de juzgar a mi semejante, cuando lo perdono, siento que hasta me parece simpático. Mi relación con él cambia. Esto ocurre cuando Dios me perdona. San Cirilo de Alejandría solía decir que Dios nos mira como hijos Suyos. Cuando Él ve de frente a Su Hijo, mira también nuestros rostros. Por eso, dice él, debemos orar mucho y unirnos con Jesús, alcanzando una disposición de sacrificio, de ofrecer ante el Padre lo que somos. Y entonces sentiremos Su amor. El perdón es un acto de amor. Si perdono a alguien, es que estoy empezando a amarlo.

(Traducido de: Dumitru Stăniloae, Marc-Antoine Costa de BeauregardMica dogmatică vorbită, dialoguri la Cernica, Editura Deisis, pp.199-200)